Venezolanos enfrentan el duro regreso a su país cruzando Honduras

En el primer semáforo de Choloma, viniendo de Puerto Cortés, estaban Johana Salas (18), su pareja Michael Ramírez (23) y el hermano de él, Douglas Ramírez, de 22; tres venezolanos oriundos de Barinas que juntaban dinero para intentar avanzar hacia Guatemala, México y por último Estados Unidos.

Unos 22 kilómetros más adelante, casi al mismo tiempo, otros tres compatriotas suyos entre los 25 y 45 años se bajaban de un autobús en la terminal sampedrana; cansados, desanimados y deprimidos por no saber qué hacer en una ciudad extraña... El primer grupo estaba lleno de entusiasmo y simpatía. Solo extendían un rótulo y ondeaban su colorida bandera, y en el acto despertaban la solidaridad de los conductores.

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Más al sur de la capital industrial de Honduras, el segundo grupo, traía dibujada en su cara la decepción de haber intentando cruzar a Estados Unidos sin poder lograrlo.

Estaban frustrados. Carlos Hernández (43), de Maracaibo, contenía las lágrimas y la respiración contando que en Guatemala y México los trataron como animales y como gente indeseable .Por cuenta propia decidieron regresar a Venezuela al ver frustrado el sueño de no poder pasar por ninguno de los puntos fronterizos entre México y Estados Unidos por los que intentaron varios días atrás.

Aunque los estremecía la impotencia de regresar con las manos más vacías de como las llevaba, estaba más preocupado por su compañero de retorno Saín Álvarez (36) de Barquisimeto, a quien un policía en Guatemala lo bajó a empujones de un autobús y producto de la caída se lesionó el pie. Con ellos también venía Endruys Torres (28) originario de Guarico.

Todos ellos dejaron atrás su natal Venezuela con el sueño de llegar a Estados Unidos y trabajar para ganar dinero y mandarles a sus parientes. Su plan se desmoronó a unos cuantos pasos del lugar donde esperaban que les cambiara la vida.

Pero no son los únicos. A diario, cientos de miles intentan lo mismo y pocos lo logran. La patrulla fronteriza de Estados Unidos registró en agosto recién pasado la detención de 25,349 venezolanos. Esa cifra es cuatro veces mayor a los 6,301 detectados en agosto de 2021.

Para septiembre la situación también evidenció el éxodo. Hubo 33,000 venezolanos en la frontera con México. Pero no es que esos venezolanos crucen o sean admitidos en Estados Unidos. El pasado el 12 de octubre ese país anunció la entrada en vigor de un nuevo proceso de control migratorio destinado a reducir la presión de la migración irregular de venezolanos en la frontera suroeste de los Estados Unidos.

“Los venezolanos que ingresen a Estados Unidos entre puertos de entrada, sin autorización, serán devueltos a México”, consta en un comunicado del Departamento de Seguridad Nacional (DHS).

Para suavizar la restricción que agudizó el drama humanitario que ya vivía esa frontera por otros cientos de miles de migrantes que proceden de Centroamérica, Cuba, Haití y otros muchos países, Estados Unidos afirmó que daba la opción “para traer de manera legal y segura hasta 24,000 venezolanos calificados”.

Este consiste en llenar una solicitud de migración vía internet y, de ser autorizado, el ciudadano venezolano podrá ingresar a los Estados Unidos solo por vía aérea y trabajar en ese país hasta por un periodo de dos años.

Luego de finalizado ese período, la persona tendría la opción de optar a otro tipo de estatus migratorio.

Los datos de registro de venezolanos en Estados Unidos van muy de la mano con los reportes hondureños.

El último dato de Migración señala que entre el 1 de enero de 2010 al 7 de noviembre de 2022, se ha documentado el ingreso 27,331 venezolanos, pero la gran mayoría han transitado por el territorio este año.

Por otra parte están los números del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (Conadeh) que señalan que entre enero y el 15 de octubre del 2022 se registró el ingreso de 124,865 personas migrantes irregulares procedentes de Asia, África, del Caribe, Centro y Suramérica, de los que unos 44,315, que representan el 35%, son de nacionalidad venezolana.

Desde hace unas semanas, los venezolanos son cada vez más notorios en los semáforos y zonas concurridas de ciudades como San Pedro Sula, por lo general en grupo de tres y hasta de 10, apelando a la solidaridad de los hondureños, quienes no dudan en darles, 10, 20, 50 y hasta 500 lempiras para que puedan sostenerse.

Tras un recorrido por la ciudad, el equipo de LA PRENSA Premium encontró sin dificultad a muchos quienes accedieron a contar parte del periplo que les ha tocado vivir.

Johana Salas es una joven con cara de niña. Apenas estaba terminando el colegio y ya pensaba estudiar enfermería en la universidad. Junto al que ha sido su novio por más de cinco años tomó la decisión de dejar atrás su país y montarse a la ola migratoria que ha estremecido a su tierra en lo que va de este año.

“La mayoría son chamos como nosotros lo que se vienen, pero también familias enteras con bebés en brazo, mujeres embarazadas. Allá está cara la vida, no hay trabajo, y el dinero no ajusta”, contó.

“En Honduras son buenas personas, nos han tratado muy bien. El recorrido ha sido fuerte, pero Dios nos da la fuerza para seguir adelante todos los días”, dice Salas.

En el largo viaje nada ha sido fácil. Cruzar El Darién, la temida selva panañema, fue la peor parte, así como enfrentar la impotencia de casi ser abandonados por los coyotes en Costa Rica, debido a que ahí se les acabó el dinero que traían.

Ser mujer, querer usar un baño o simplemente batallar con el periodo menstrual también hace que todo se vuelva más complejo. “La depresión es muy difícil, me hace falta mi mamá y mis conejos”, decía.