Cómo detectar a un mentiroso

¿Hasta qué punto es posible engañar a los demás sin que se den cuenta? Mentiras piadosas, mentiras compulsivas, mentiras destructivas, autoengaño… Hay muchos tipos de mentiras, pero todas ellas despiertan respuestas fisiológicas en nuestro organismo que pueden ser detectadas.

  • 29 jul 2021

SAN PEDRO SULA.

Si nos creciese la nariz como a Pinocho, tendríamos un grave problema. Según la investigación del psicólogo Paul Ekman, una persona dice hasta tres falacias por conversación, tal y como afirmó Tim Roth en la serie de televisión “Miénteme”. Los estudios en este campo sostienen que los embustes van de los 4 a los 200 al día, y se concentran especialmente por las tardes.

Mentir es como respirar. “No, ese vestido no te hace más gorda”. “En cinco minutos llego”. “He leído y acepto las condiciones legales”. Decodificar los engaños y su intencionalidad requiere identificar si el mentiroso oculta información o si la falsifica, y si lo hace voluntaria o involuntariamente.

“Decid la verdad o moriréis”. El engaño ha sido protagonista de numerosas producciones cinematográficas, y de él depende la vida de los personajes de la última película de Blumhouse, “Verdad o Reto”. El juego actúa como juez y detector infalible de mentiras en la película, en los cines este viernes 11 de mayo.

Más allá de la ciencia ficción, hoy en día es posible detectar a los mentirosos a través de diferentes tecnologías. Además del conocido polígrafo, el reconocimiento de microexpresiones faciales permite medir las emociones.

Desde EFESalud, asistimos a la presentación de la película, donde hablamos con dos expertas en técnicas de análisis emocional: María Pocoví, de la empresa pionera española Emotion Research Lab, y Patricia Fernández de Landa, psicóloga forense y experta en poligrafía.

El cuerpo no miente
La culpabilidad de la mentira voluntaria genera estrés y miedo. Como consecuencia, se estimula la sudoración, se eleva el ritmo cardíaco, se acelera la respiración… Desde nuestros antepasados, cuando alguien miente su cuerpo dispara el sistema simpático de alerta y genera alteraciones en su código de comportamiento que pueden ser identificadas.

Las microexpresiones faciales son uno de estos movimientos involuntarios, tan rápidos que ni el mentiroso más experto sería capaz de controlarlas.

Por ejemplo, en la película, los protagonistas viven episodios de auténtico terror: sus ojos se abren hasta rozar sus párpados superiores mientras fruncen las cejas y sus labios se extienden horizontalmente.

“Si sientes pánico, yo sé que lo estás sintiendo” afirma María Pocoví, especialista en análisis emocional de la empresa española Emotion Research Lab. “El problema es que una persona es incapaz de decir las emociones que ha sentido microsegundo a microsegundo”.

Actualmente, a esta habilidad innata en los humanos se ha sumado el desarrollo de tecnologías capaces de medir las emociones gracias al reconocimiento facial de microexpresiones.

El sistema desarrollado por la compañía pionera nacional emplea una cámara web para medir en tiempo real las microexpresiones asociadas a las conocidas como emociones primarias a través de un algoritmo matemático.

“El algoritmo mide las expresiones básicas de las emociones primarias (felicidad, sorpresa, enfado, miedo, desagrado y tristeza), y sobre esas trabaja un segundo algoritmo que muestra más de 100 combinaciones las anteriores” explica la fundadora de la empresa.

Según Pocoví, la combinación de microexpresión facial, texturas e inteligencia artificial en tiempo real permite identificar incongruencias entre lo que lo que se verbaliza y se siente.

Así, la máquina puede desvelar picos de emoción que no concuerdan con lo que la persona está diciendo. “Puedo estar viendo a alguien sonreír pero estar leyendo desagrado”.

La experta subraya que no es extraño encontrar estos casos en el ámbito político, donde algunos parlamentarios confirman que apoyarán la candidatura de otros representantes mientras en su expresión facial se puede leer absoluto rechazo y asco.

Sin embargo, tal y como recalca María Pocoví, las microexpresiones “no son sinónimo de que algo sea mentira, pero sí de que hay una incongruencia”.

Engañar a un detector de mentiras
Si hay alguna tecnología que haya traspasado la pantalla de televisión, esa es sin duda el polígrafo. El funcionamiento de este aparato se basa en unos sensores que cuantifican la respuesta fisiológica.

Patricia Fernández de Landa explica cómo ante preguntas sí/no varía la presión arterial, la frecuencia cardíaca, la respiración y/o la sudoración de la persona que se somete al polígrafo, de forma que los parámetros tienden a aumentar cuando ésta miente.

Aunque en Estados Unidos su uso en los organismos de inteligencia y en la policía sí está permitido, en el ámbito español se aplica para aportar credibilidad y testimonio a los casos jurídicos.

“Actualmente, el polígrafo se utiliza en asuntos privados, aunque se tiene en cuenta en casos de defensa como prueba psicológica junto con otras técnicas”, explica Fernández de Landa.

La experta en caligrafía subraya la necesidad de que el aparato esté bien calibrado. Además, remarca que la elaboración de las preguntas determina la fiabilidad del método. “Si se elabora mal la pregunta, se pueden obtener falsos positivos o falsos negativos”.

Diferencia para ello dos tipos de preguntas: las control, que se toman como base para establecer la comparativa, y las relevantes, que serán aquellas que realmente interesan para identificar si la persona miente.

De esta manera, “si una persona está nerviosa, lo estará durante toda la prueba, y esa será su línea base”. De acuerdo con la psicóloga forense, la fiabilidad del método se sitúa en torno al 95%.

Los mentirosos patológicos
Pero, ¿qué ocurre con aquellas personas que no se sienten culpables cuando mienten? ¿Puede verse la medida de la respuesta fisiológica limitada por el grado de autoengaño?

En el caso del polígrafo, no todas las personas son adecuadas para someterse a la prueba. Para evaluar a aquellas personas con patologías, existen otras técnicas más adecuadas.

Tal es el caso de los psicóticos, que creen en su propio delirio, o de los psicópatas, que tienen distorsionadas sus emociones y tampoco se sienten arrepentidos ni nerviosos. En estos casos, Fernández de Landa sostiene sería recomendable que un psicólogo llevara a cabo la prueba junto con un estudio que determinara la psicopatía.

“No descartaría que asesinos en serie con grado de psicopatía muy grande den positivo porque no tengan ese sentimiento de culpabilidad”, declara la psicóloga forense. De nuevo comprobamos cómo la vida real a veces puede dar más miedo que la ciencia ficción.