Estábamos en medio de una junta de trabajo de los cursos Dale Carnegie. Había muchos puntos a tratar, entre ellos algo referente a nuestra operación en Costa Rica en publicidad y promoción. Mi hijo Emilio opinaba diametralmente en contra de mi propuesta.
Escuchamos su punto de vista, y después yo reiteré mi idea. Ambos sustentábamos con evidencias nuestros argumentos. Ante la discrepancia, alguien le preguntó a Emilio por qué no podía pensar como yo. Él respondió rápidamente: 'Si en una empresa dos personas piensan exactamente igual, una de ellas sobra'. ¿Tenía razón? ¡Absolutamente sí! Y él sabe perfectamente mi forma de pensar y que jamás pretenderé que no piense por él mismo. Son las opiniones diferentes las que generan el debate que suele sacar a luz las mejores ideas. Sólo hay una condición para ello, y es que demos a los demás 'el derecho de pensar diferente'. Por eso me sorprende cuando veo a las personas enojarse porque otros no piensan exactamente igual a ellas.
¿No sería aburrido si todos apoyáramos al mismo equipo de fútbol? Y lo mismo ocurre con la política, ¿qué pasaría si todos simpatizáramos con el mismo candidato? ¿Piense usted qué hubiera sucedido si Galileo no hubiera discrepado del sentido común, tan equivocado, del siglo XVI? ¿Habría física moderna si Einstein no hubiera cuestionado ciertos planteamientos de Newton? ¿Qué hubiera pasado si Moisés no hubiera pensado diferente que el Faraón y sus consejeros en el antiguo Egipto respecto al pueblo de Israel entonces esclavo? ¿Existirían los aviones si nunca se hubiera cuestionado la idea, tan difundida en el siglo XIX, de que si Dios hubiera querido que los humanos voláramos, nos hubiera puesto alas? ¿Por qué hemos de pensar usted y yo que somos dueños de la verdad, y que todos los que no la acepten tal como nosotros la percibimos son tontos?
El día en que tengamos respeto por las ideas de los demás, sin importar que sean iguales o contrarias a las nuestras, podremos tener la paz mental para aceptar lo mejor, sin tanta resistencia.
LO NEGATIVO: Incorrectamente percibir como enemigo a todo aquel que no piense como nosotros.
LO POSITIVO: Aprender a ver las cosas desde el punto de vista de la otra persona, y aunque no lo aceptemos, respetar el hecho de que tiene de pensar diferente a nosotros.