29/03/2024
06:16 AM

Vivir en democracia

  • 24 agosto 2022 /

    Los últimos acontecimientos de la vida política nacional parecen demostrarnos que falta todavía mucha madurez, muchos más años de aprendizaje, para que nos acostumbremos a vivir en democracia. A lo largo de más de 40 años no se han logrado erradicar el caudillismo, la imposición, la intolerancia, la descalificación del que no comparte nuestros puntos de vista. La mayoría de los electores contemplan con incredulidad la conducta de algunos de los dirigentes y se preguntan si de algo sirvió acercarse a las urnas y de si todavía se puede creer a los que buscan desesperadamente el voto y luego hacen a un lado las aspiraciones de los votantes y las sustituyen por las propias. En la última campaña, para el caso, en la que resultó electa la presidenta Castro de Zelaya, se habló mucho de reconciliación, y, contrario a lo que se esperaba, desde la elección de la junta directiva del Poder Legislativo, se han ampliado las brechas entre las distintas corrientes políticas y lo que prevalece, tanto en el mismo Congreso como en otros ambientes, es el insulto, la descalificación, el intento por aniquilar al contendiente, la guerra sorda entre declarados enemigos.

    Falta algo que es consustancial a la convivencia democrática: el respeto, el derecho a disentir sin que por eso se repruebe al que disiente, la aceptación de la postura ajena, aunque no se comparta. Da verdadera pena, auténtico dolor, escuchar como ciertos personajes de la esfera gubernamental y política se refieren a otros hondureños, y claro, como los ofendidos regresan el insulto y profundizan las diferencias hasta volverlas aparentemente irreconciliables.

    Observando el panorama, lo que se advierte, si no se rectifica a tiempo, es la perpetuación de ciclos tras ciclos de crisis, que vuelven imposible el desarrollo y, peor aún, impiden un clima de concordia, de paz, sin el cual el bien común resulta inalcanzable.

    De acuerdo con los resultados de las elecciones recién pasadas y con todas las encuestas que se han levantado después de ese hecho histórico, no hay ningún partido que cuente con más de la tercera parte de la fuerza electoral, y esto sin tomar en cuenta el altísimo porcentaje de hondureños que no se muestran afectos a ninguno de ellos. De modo que, si realmente, se quiere vivir en democracia hay que comportarse como la misma democracia exige. Hay que eliminar el veneno con que se cargan muchas intervenciones públicas, hay que bajar el tono confrontativo de ciertos discursos, hay que recordar, y nunca olvidar, que Honduras le pertenece a casi 10 millones de personas y no solo a una parte de ellas.