Los pasos del titular de la Casa Blanca se deben escuchar a kilómetros y su cara no invitará a la conversación, al contrario, la reacción ha sido fulminante al echar por tierra el Supremo Tribunal una de sus primeras promesas de campaña, poner fin al DACA, convertida en orden en 2017 al anunciar el cierre del programa. Y desde entonces en los tribunales y en las calles se iniciaron las acciones legales y las protestas ordenadas y pacíficas con el resultado que alegra a miles y miles de jóvenes, no nacidos, pero sí criados, educados e integrados plena y sanamente en la sociedad norteamericana.
Unos 15,000 hondureños son beneficiados directos de esta decisión judicial, muchos de ellos ya integrados exitosamente en el mundo laboral, no pocos con familia establecida y todos egresados en los distintos niveles de educación en aquel país, de manera que, aunque en el hogar tengan arraigo en su lugar de origen, su cultura, muchos de sus valores y su visión de la vida son distintos.
El camino de la política antiinmigrante para los jóvenes que desde la infancia en compañía de sus padres lograron hacer vida en Estados Unidos, ha quedado temporalmente cerrado. Los argumentos de ser anticonstitucional el programa de Barack Obama, de roba empleos a ciudadanos norteamericanos y el dogmático principio de “una nación de oportunidades porque somos una nación de leyes”, sonaron más a los magistrados como discriminación, racismo y política. En definitiva, el programa se mantiene firme.
A esta victoria de los jóvenes “soñadores” le faltaba y le falta aún mucho que en estos tiempos de airadas controversias alimentadas desde lo alto y en campaña política, pese a la pandemia, da espacio para soñar, pero falta concretar la ruta segura, clara e incluyente hacia la naturalización. El programa se mantiene en el limbo de lo administrativo y no se vislumbra una decisión definitiva del Poder Legislativo, aunque tampoco, por ahora, peligra una arremetida como contestación de la Casa Blanca, pues no habrá tiempo antes de noviembre.
Dos libros con cercana salida y el revés en la Corte han caído muy mal al presidente que siente el cierre de espacios para sus aspiraciones reeleccionistas desinfladas además por la pandemia y el desempleo.