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10:24 AM

Tierra de nadie

  • 17 agosto 2022 /

    El nombramiento de una comisión tripartita para buscar una solución a la compleja situación que, desde hace décadas, se vive en el valle del Aguán es motivo de esperanza en la búsqueda de la concordia en una de las zonas más productivas del país; pero en la que, por diversas situaciones, se ha obviado, en distintos momentos, el respeto a la ley y se ha generado no solo inseguridad jurídica, sino zozobra y muerte.

    Invasiones a plantaciones de palma en plena producción, robo de fruta recién cosechada, enfrentamientos entre guardias armados e invasores, entre otros, son solo una muestra de una serie de eventos, francamente desafortunados, que ha imposibilitado la paz de los pobladores y trabajadores de la región y, por supuesto, ha impedido la producción armónica de riqueza y su consiguiente distribución equitativa entre los campesinos individuales, los grupos organizados y los propietarios de plantaciones.

    Es una verdadera pena que una tierra tan fértil no pueda ser aprovechada en todo lo que puede dar debido a los frecuentes conflictos y la violencia que, periódicamente, se vive en la zona.

    Distintos Gobiernos en distintas ocasiones han intentado inútilmente, unas veces por medio del uso de la fuerza, otras del diálogo, armonizar los distintos intereses que se juegan en el Aguán, sin que, hasta ahora, haya habido resultados satisfactorios permanentes.

    Toca ahora esperar que, en esta ocasión, las cosas sean distintas.

    Los representantes de cada uno de los grupos de interés que han protagonizado este conflicto permanente deben justamente entender que hay un bien mayor, por encima de sus bienes particulares, y ese bien es la consecución de la concordia, el alcance de una paz duradera.

    La perpetuación de la situación, a la larga, no beneficia a nadie. Solo alguien que quiera vivir al margen de la ley o que desconozca los derechos legítimamente habidos de los involucrados puede empeñarse en mantener semejante estado de cosas.

    Como en todos los diálogos, los que se sienten a su mesa deben actuar con sinceridad, con sentido de compromiso patriótico y con el afán de encontrar acuerdos factibles y duraderos.

    Deben excluirse las posiciones radicales y cualquier postura que, en lugar de buscar consenso, pretenda generar mayor conflictividad o confrontación.

    De no lograrse un entendimiento en este nuevo intento, el Aguán continuará siendo una especie de tierra de nadie en la que invertir sonará a locura y el futuro se tornará cada vez más sombrío.