Las restricciones de garantías absolutas deben producir un efectivo confinamiento de manera que solamente aquellas personas y vehículos con una misión concreta de servicio a la población en áreas específicas podrán desplazarse. Una semana de férreas medidas que deberán aplicarse con todo rigor, pues solo así lograremos detener el avance. “En todos los municipios del departamento de Cortés, así como en el municipio de El Progreso, departamento de Yoro, se aplicará restricción de garantías de manera absoluta desde el seis (6) al día 12 del corriente mes”, señala el texto de La Gaceta.
Para algunos, la confusión, real o ficticia, puede presentarse por aquello del último dígito en la tarjeta de identidad; pero esto no se aplica, desde ayer, a la zona que se ha convertido en el epicentro de la epidemia con más de 50% de los casos positivos. El confinamiento, “quédate en casa” es hasta el momento la única medida para la prevención, lo cual debiera ser una decisión personal y familiar responsable, de lo contrario, aplicación férrea.
Lo efectos positivos del encierro, confinamiento, quedarse en casa, no salir, habrá que decirlo de cincuenta mil maneras para que la gente entienda, son tan evidentes como de fácil comprensión. Cuantas más personas permanezcan en la casa, menos contagios hay en lugares públicos. Es un círculo vicioso: si menos personas se contagian, menos contagian a otras con lo que estas ya no pueden contagiar a terceros. El coronavirus es una cadena cuyos eslabones hay que romper con el aislamiento y la distancia social en caso de necesaria salida de casa.
La Organización Panamericana de la Salud también alerta sobre lo que se puede presentar con dimensiones incontenibles. “Si se nos llega a dar una explosión de casos, y de pronto toda esa gente que anda en los mercados empieza a reportarse enferma, en los hospitales no habrá camas para atenderlos”.
La primera jornada de confinamiento absoluto resultó un éxito, doloroso y ejemplar triunfo de la gran mayoría de los ciudadanos que se quedaron en casa. No es juego, los enfermos, los muertos no son invención, es daño a la vida o pérdida de la existencia sobre lo que se han pronunciado numerosas personas. Así escribía una hija al morir del coronavirus su padre, director de un banco internacional: “Murió solo, luchando por un poco de aire. El dinero quedó en casa”.
No es el apocalipsis, no es el fin del mundo, pero sí la conclusión de un mundo en que habíamos vivido muy irresponsablemente. El desafío radical del coronavirus tiene que ser aceptado para que la población aprenda a vivir inteligentemente, no irracionalmente, esclavos del tener, olvidando el ser.
Para algunos, la confusión, real o ficticia, puede presentarse por aquello del último dígito en la tarjeta de identidad; pero esto no se aplica, desde ayer, a la zona que se ha convertido en el epicentro de la epidemia con más de 50% de los casos positivos. El confinamiento, “quédate en casa” es hasta el momento la única medida para la prevención, lo cual debiera ser una decisión personal y familiar responsable, de lo contrario, aplicación férrea.
Lo efectos positivos del encierro, confinamiento, quedarse en casa, no salir, habrá que decirlo de cincuenta mil maneras para que la gente entienda, son tan evidentes como de fácil comprensión. Cuantas más personas permanezcan en la casa, menos contagios hay en lugares públicos. Es un círculo vicioso: si menos personas se contagian, menos contagian a otras con lo que estas ya no pueden contagiar a terceros. El coronavirus es una cadena cuyos eslabones hay que romper con el aislamiento y la distancia social en caso de necesaria salida de casa.
La Organización Panamericana de la Salud también alerta sobre lo que se puede presentar con dimensiones incontenibles. “Si se nos llega a dar una explosión de casos, y de pronto toda esa gente que anda en los mercados empieza a reportarse enferma, en los hospitales no habrá camas para atenderlos”.
La primera jornada de confinamiento absoluto resultó un éxito, doloroso y ejemplar triunfo de la gran mayoría de los ciudadanos que se quedaron en casa. No es juego, los enfermos, los muertos no son invención, es daño a la vida o pérdida de la existencia sobre lo que se han pronunciado numerosas personas. Así escribía una hija al morir del coronavirus su padre, director de un banco internacional: “Murió solo, luchando por un poco de aire. El dinero quedó en casa”.
No es el apocalipsis, no es el fin del mundo, pero sí la conclusión de un mundo en que habíamos vivido muy irresponsablemente. El desafío radical del coronavirus tiene que ser aceptado para que la población aprenda a vivir inteligentemente, no irracionalmente, esclavos del tener, olvidando el ser.