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Por coherencia

  • 27 julio 2022 /

    Una de las conductas que más genera prestigio y confiere autoridad es la coherencia. Como manifestación de integridad moral, la coherencia es la coincidencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace. Un hombre, una mujer, una entidad social o cualquier institución son coherentes cuando sus acciones van aparejadas con su discurso, cuando no hay fisuras ni brechas entre palabras y hechos. De no ser así se corre el riesgo de que la fuerza de las acciones opaque el sonido de las palabras y que se caiga en la falta de unidad de vida, en incoherencia.

    La incoherencia produce desconfianza en los que son testigos de esa conducta poco noble, y esa pérdida de confianza mina cualquier liderazgo, lo daña, lo torna poco creíble. Por eso es que en política, por ejemplo, no deben hacerse promesas sobre asuntos que luego no puedan materializarse o concretarse, porque las personas que las hacen terminan por resultar sospechosas, no fiables.

    En las últimas elecciones, la candidata, primero de Libre, luego de la alianza de hecho, habló mucho de transparencia, de lucha contra la corrupción. De hecho, convirtió a la anterior Secretaría de Trasparencia en una de Transparencia y Lucha contra la Corrupción. Los hondureños, cansados de las conductas deleznables, muchas escandalosas, protagonizadas por algunos funcionarios del gobierno anterior: el caso de los hospitales móviles fue la gota que derramó el vaso; confiaron en ese discurso, y por eso, en busca de un cambio, ciudadanos sin partido y miembros de los dos partidos tradicionales, sumados a los del Partido Salvador de Honduras, que era parte de la alianza, depositaron en las urnas su voto a favor de la presidenta Castro Sarmiento. Esa confianza depositada en las urnas contrae para la gobernante un compromiso y una obligación muy serios para trabajar bajo ese principio de transparencia diáfana y sin componendas que excluya todo tipo de sospechas de doble discurso y de incoherencia. Toda decisión que la Presidenta tome en relación con la composición de su gabinete de gobierno, del nombramiento de sus asesores o de cualquier figura que pretenda encarnar los valores que sirvieron de temas de campaña, afectará positiva o negativamente la percepción de la ciudadanía respecto a la integridad de su equipo. Y el reto no es menor, porque hoy por hoy esa ciudadanía es mucho más crítica que antes y no se compromete de manera permanente con ningún planteamiento político si este no da los frutos prometidos. Así que, por coherencia, a seis meses de gobierno, si es necesario rectificar sobre algunas de las decisiones tomadas en la composición del gobierno, beneficiaría mucho a la mandataria y a sus planes a corto, mediano y largo plazo.