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Las mujeres y la caída de Kabul

  • 18 agosto 2021 /

    La vuelta al poder de los talibanes en Afganistán, después de 20 años de haber sido desalojados de él por una coalición internacional, es un revés para el Occidente entero y, particularmente, para el país que lideró la batalla en contra del régimen talibán: los Estados Unidos de América. Y es un revés no solo en el plano militar, sino, y, sobre todo, para los valores que la cultura occidental encarna y que habían sido propuestos a la sociedad afgana, sobre todo en aquellos que tienen que ver con el papel que la mujer está llamada a desempeñar en la sociedad.

    En Occidente, y en los países y territorios ubicados en otras zonas del globo terráqueo, pero en las que se comparten algunos o muchos de sus valores, el siglo XX fue testigo de las duras batallas que tuvieron que librar las mujeres para lograr el reconocimiento de sus derechos cívicos, su idéntica dignidad respecto a los hombres y la importancia de su participación en los mundos de la cultura, la economía y el trabajo en general. Aunque persisten, explícita o veladamente, una serie de resabios machistas, esa tara social que se resiste a morir, en las naciones más desarrolladas se han logrado unas condiciones de equidad que, poco a poco, van garantizando el desarrollo pleno de las capacidades de niñas y jóvenes.

    De ahí que resulte, más que chocante, preocupante que el régimen talibán imponga a millones de mujeres afganas un estilo de vida que las vuelve básicamente invisibles y que las relega al ámbito doméstico, en donde están obligadas a someterse al dominio masculino, mientras en el plano político dejan de contar y, prácticamente, dejan de existir. En algunas de las declaraciones iniciales, los talibanes han ofrecido una apertura en este sentido y han señalado que las mujeres esta vez sí serán tomadas en cuenta en su gobierno. Pero está por verse. El dogmatismo talibán, basado en una interpretación sui géneris de la fe musulmana, hasta ahora no solo ha impedido la participación femenina en la vida pública, sino que ha perseguido e, incluso, asesinado a aquellas que se han atrevido a desafiarlo, tal y como puede constatarse en una serie de hechos acaecidos en Afganistán y fuera de él. El caso tal vez más conocido y emblemático ha sido el de Malala Youfsafzai, la activista paquistaní, ahora radicada en Londres, que fue atacada a tiros por un fanático talibán, cuando apenas era una niña, por el simple hecho de asistir a la escuela. La comunidad internacional está en la obligación de velar para que las afganas no vuelvan al ostracismo, no resulten invisibilizadas, por un sistema que desconoce el sentido de los derechos humanos más elementales.