Los últimos datos revelados por el Instituto Nacional de Estadística, que nos muestran cómo miles de niños y jóvenes hondureños no están incorporados al sistema educativo nacional, así como las dilatadas tasas de deserción en los niveles primario y medio, deben llamar a la reflexión y a la toma pronta de decisiones y medidas por parte del Estado.
Todos sabemos que sin educación no hay desarrollo, que para dar ese salto hacia el progreso al que todos aspiramos es indispensable que, por lo menos, la mayoría de la población posea un mínimo de estudios que garanticen cierto nivel cultural, cierta visión del mundo y de las cosas que solo pueden alcanzarse en contacto con el conocimiento académico. De no ser así, el futuro de este país estará hipotecado.
De acuerdo con las metas educativas de la región, a estas alturas del siglo XXI, el promedio de estudios de los hondureños debería andar alrededor del noveno grado de instrucción. La realidad es que, siendo optimistas, apenas vamos rozando el sexto. En palabras más comprensibles: el promedio de estudio de las personas que vivimos en este país es el de haber concluido la escuela primaria, lo que ahora se llama el segundo ciclo de formación básica. Y eso es muy poco.
El problema con la educación es que hablar de mejoría en el área involucra a muchas variantes de la vida del país. Muchos de los desertores de nuestras escuelas o colegios interrumpen sus estudios porque deben acompañar a sus padres a las labores de siembra o de cosecha o de corte; otros porque han intentado emigrar hacia los Estados Unidos; otros porque no ven en los estudios una verdadera oportunidad para salir de la pobreza, porque les resulta fácil encontrar a graduados universitarios, inclusive, que, luego de meses de haber concluido estudios, no han logrado colocarse laboralmente y eso desanima a cualquiera.
Habrá que pensar un poco más, que ser más creativos; tendrán que involucrarse todos los sectores de la vida nacional para encontrar solución a semejante problemática y para comprometerse en la ejecución de las políticas y los proyectos que habrá que ejecutar. Se tendrá que hacer a un lado la política para alcanzar consensos en bien de nuestra niñez y juventud. Porque el subdesarrollo nos afecta a todos, porque Honduras debe salir de la lista de los países en los que se tiene menos oportunidades educativas. El país está en las manos de todos, que no se nos olvide.