En el caso de los centros de educación media se ha dicho que las clases terminarán hasta el día 20 de diciembre. Y lo anterior si no es que los amigos del desorden no continúan promoviendo acciones que no hacen más que perjudicar a la juventud y, con ello, al país entero.
La abreviación del período de los universitarios solo logra parcialmente “recuperar el tiempo perdido”. Es posible que los docentes y los estudiantes trabajan con mayor intensidad, pero, indiscutiblemente, habrá temas que no podrán desarrollarse. En esos casos se recurre a hacer una selección de los contenidos más relevantes, pero se dejan por fuera otros que, aunque sean menos determinantes en el estudio y el manejo de una ciencia, por algo estaban incluidos en el programa. En ese sentido, el daño está hecho.
Pero los universitarios tienen más autonomía de vuelo, pueden estudiar solos y rellenar los baches académicos que los paros dejan en sus aprendizajes; en el nivel medio la situación es dramática. No se trata solo de contenidos no estudiados; se trata, sobre todo, de la pérdida de hábitos de estudio y trabajo; se trata de cinco o seis semanas en las que se ha fomentado en su conducta el irrespeto, el afán destructor, el rechazo a la disciplina. De modo que no solo han dejado de recibir la formación académica que sus padres y la sociedad entera esperan que adquieran, sino que han experimentado un deterioro moral, del que será más difícil recuperarse.
Lo más preocupante, siempre en el nivel medio, es el mal ejemplo y la actitud perversa de los adultos que empujan a las adolescentes a cometer actos vandálicos. Porque a esa edad no se tiene criterio suficiente para juzgar actos y motivaciones, y son tremendamente manipulables y, por lo mismo, fácilmente se dejan llevar por otros.
Agosto va casi a la mitad. Tres meses quedarían para ponerse medianamente al día y aprender algo. O, sobre todo los padres de familia, llorarán un año entero perdido por culpa de unos desaprensivos.