Puede parecer y, de hecho, es esto una observación angelical ante las bochornosas acciones en el Congreso Nacional, pues está claro que ambos, la dimensión personal y la visión de la sociedad, han desaparecido y el único consuelo que queda, más bien de tontos, es que nada dura cien años y no hay cuerpo que lo resista.
Las propuestas de reformas de la Organización de Estados Americanos con el agregado del tema de la segunda vuelta y la reelección, no incluidas en la entrega del organismo hemisférico, están en manos de las bancadas, a excepción de una, opuesta a lo habido y por haber hasta que se acepten sus condiciones, a las buenas, ya no, o a las malas, tal como queda en evidencia en los espectáculos bochornosos como consecuencia de la pérdida del sentido común y de lo común, que exigen capacidad de diálogo y apertura a iniciativas mejorables con la aportación de distintos puntos de vista.
Y esto no es disertación en clase, sino reflexión sobre el día a día, en el que, como en las confrontaciones del campo político, los perdedores son los mismos de siempre e, incluso, una víctima más se suma a la pelea, hasta de puños, la labor legislativa, que se encauza en la lectura del secretario, no aparece el debate por las condiciones en la Cámara y se concluye con el ritual “¿se aprueba, queda aprobado?”. En más de una ocasión hemos escuchado que la democracia es respetar la minoría mediante la existencia de contrapoderes y el respeto a las libertades públicas que se consagra para todos en el marco legal.
¿Lograrán los diputados en insurrección legislativa o su directiva integrarse a un espacio donde se dialogue, debata, con altura, o se discuta, con acritud, el tema en discordia para no abandonar la sociabilidad y reflejar que aún, aunque sea en el fondo, quedan valores necesarios para la convivencia civilizada, como aquel de “hablando se entiende la gente”.
Se refiere el dicho a las palabras, no a sillas por los aires, extintores en acción o movimiento de puños, todo ello muestra de que se perdió, por lo menos temporalmente, el uso del lenguaje oral como cauce del sentido común y protagonista del sentido de lo común.