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Baleadas

  • 17 diciembre 2020 /

    Sopa de caracol y baleadas, menú real del almuerzo ofrecido a la reina Letizia de España, quien sorprendió a más de uno a su llegada a La Ceiba, pues descendió de la aeronave confundida con las personas que la acompañaron. La esposa del monarca español llegó a estar en primera línea, al acercarse a los damnificados y a presentar oficialmente la ayuda del pueblo español por lo que su solidaridad fue el polo opuesto de los actos oficiales en la Corte.

    Y así los acuciosos periodistas gráficos ofrecieron con minuciosidad imágenes de las botas, del jean, del chaleco oficial de la Cooperación Española, pues, según explicaciones de personas muy cercanas a la reina, ella prefiere el protagonismo de la solidaridad y el humanismo que vanidad o la ilusión de ritos regios que quedan para palacio.

    Una lección que deben aprender muchos funcionarios y políticos, quienes apenas salidos del pueblo olvidaron la sencillez en el trato a las personas y las costumbres que marcaron sus días en familia y la época de estudiante. Después la cercanía y la atracción del poder trazaron otro rumbo emprendido con avaricia como si todo se acabase hoy.

    La reina se acercó a los damnificados, mensaje sincero de compromiso en la ayuda a los hondureños. Parte de ese auxilio inmediato llegó con ella y en otro vuelo, pero también hubo ofrecimiento de ayuda financiera para la reconstrucción por un valor de 70 millones euros que, sin duda, aumentará a través de los programas de la Cooperación que, por décadas, desarrolla en sectores más vulnerables y relegados de nuestro país.

    La solidaridad hacia nuestro país es abundante y generosa por parte de hondureños en el exterior, de países amigos, algunos de los cuales han enviado personal para labor de ayuda a los lugares más afectados, y de organismos internacionales con inversión al respaldo a la reconstrucción y reanimación del sector productivo para detener los despidos, recuperar los empleos y crear más oportunidades de trabajo.

    El desafío es descomunal, pero no estamos solos, aunque como señaló una fuente oficial de la Iglesia católica, “somos nosotros los hondureños los que hemos de reconstruir el país”. Las ayudas son eso, ayuda, que, recibida con agradecimiento, administradas con trasparencia y dirigidas hacia quienes más los necesitan quebrarán los siete candados en uno de los más complejos tiempos de nuestra historia con la pandemia, los dos fenómenos naturales y con otro histórico cuatrienal, la campaña electoral ¡Qué sencillo: sopa de caracol y baleadas; botas y jean; palabras sinceras y sonrisa! La ayuda material y financiera es prueba de la solidaridad que acompaña lo anterior en un más estrecho acercamiento respetuoso y sincero.