14/11/2025
12:13 AM

2014

    Iniciamos un nuevo año, otra tentación de la deteriorada esperanza que, sin embargo, brota cada enero y lo hace con mayor fuerza, pese a las evidentes y fuertes adversidades en el comienzo de cada nueva administración. Favorables estas fechas para señalar temas puntuales que se mantienen como asignaturas a la espera, por lo menos, de una calificación de alumno haragán: “pasado de panza”.

    1) El cambio de Gobierno, con los antedecedentes inmediatos y las decisiones inmediatísimas han creado un clima generalizado de preocupación por las inéditas y novedosas condiciones políticas que marcarán el quehacer nacional de los próximos cuatro años. Tradicional y para algunos aburrido es el tema de la reducción de la burocracia anunciada con enorme parafernalia, propia del mensaje político; sin embargo, el aumento de la planilla oficial, el desbordamiento del gasto corriente y la sangría permanente de la corrupción acaban con las escasas oportunidades de las necesarias y urgentes inversiones públicas.

    2) Las condiciones políticas con la participación de las nuevas fuerzas surgidas en las recientes elecciones exigen hondureños con visión más allá del microcosmo personal o partidista y dirigentes con voluntad de servicio no prisioneros de ideologías o prejuicios de manera que quede sepultada la aplanadora, y las decisiones políticas sean fruto de negociaciones de altura en un ambiente en el que el entendimiento se traduzca en coalición para el buen gobierno del país.

    3) La economía, el estado financiero, la política monetaria, rostros diferentes de una misma realidad que nos asfixia a los hondureños han comenzado a mover cerebros de los que parece salir humo que, ojalá, fuera blanco. Los ajustes y sus rebotes con las deudas auguran más dificultades, pues se necesita, con urgencia, atraer inversiones y fortalecer el aparato productivo del campo y de la industria para generar oportunidades de empleo que ayuden a sustituir las políticas asistenciales masivas e indiscriminadas.

    4) Los hondureños seguimos con el trauma diario de la inseguridad personal. La violencia se ha enquistado como ciudadano pernicioso y mortífero en el tejido social con un altísimo costo humano. La cero tolerancia o el puño firme del pasado fueron actualizados con el hacer lo que se tenga que hacer; pero falta la acción firme que elimine la vorágine y recupere los espacios para la convivencia civilizada, la tranquilidad y el orden.

    5) ¿Corrupción? O se hace un frente único contra ella o corruptos y corruptores terminan por devorarnos a todos, como ya lo está haciendo con principios y valores, víctimas de leyes y leguleyos que además sepultaron el aforismo latino: summum ius, summa iniuria, para que sus mandrakadas sean envueltas con el papel adorno de la legalidad