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¡Justicia!

  • 09 febrero 2021 /

    Una vez más se intenta sembrar la frustración en los hondureños, que tantas tragedias acumulan en los últimos meses, por lo que duele muchísimo que desde la cúpula se urdan, mantengan y publiciten enredos para cubrir lo inocultable porque los hechos y sus huellas hablan sin necesidad de palabras. ¿Y ahora qué seguirá? Duro golpe a la publicitada confianza.

    La muerte de la joven Keyla Patricia Martínez en una celda policial de La Esperanza y el tratamiento posterior al hecho ha generado indignación colectiva, que exige una actuación transparente, ausente en las primeras horas, y la deducción inmediata de responsabilidades al hechor o hechores materiales que se prestaron para ocultar el hecho y alterar la escena de lo evidenciado en la autopsia, homicidio, no suicidio.

    Indigna que desde el primer momento no se hubiesen protegido evidencias con la detención provisional de todo el personal de la unidad policial, pues en las horas posteriores la presión interna sobre los testigos habrá ido más allá de lo personal, de tal manera que más de un inocente habrá quedado atrapado en aquello de “como hables…”.

    Por ello es necesario y urgente conocer las huellas puestas en evidencia por la autopsia y con ellas “sin piedad”, pero con justicia actuar no tanto por salvaguardar la institución, sino por aplicar la ley a personas, con nombre, apellido y cargo con autoridad, y elevar la pena legal al máximo que exige el calificativo aplicable de agravante, que en este caso es abuso de autoridad, es indefensión de la víctima y es obstrucción de la justicia alterando evidencias.
    El grito dramático de la enfermera rompió el silencio de la madrugada, pero también en Roatán, en Atlántida y tantos otros lugares de nuestro país donde los asesinatos de mujeres se han multiplicado, ampliando el inmenso capítulo de la impunidad infiltrada en el sistema de los operadores de justicia, desde los que investigan, los que se movilizan en los tribunales y en quienes dictan sentencia.

    Rebecca Solnit, escritora estadounidense, plasmó en eternas palabras la situación de la mujer: “Ser una mujer joven significa enfrentarse a la propia aniquilación de multitud de formas, huir de ella o conocerla… Las mujeres vivimos en un océano de violencia como peces en el mar, y esto tiene un impacto enorme en nuestras decisiones, socava nuestra confianza y nuestra capacidad de participar en la vida social”. En nuestra Honduras hay que llegar más al fondo: ese océano de violencia arrebata, en muchísimas ocasiones, la capacidad de supervivencia…