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Riesgos innecesarios

  • 14 enero 2021 /

    El mayor enemigo no es el virus, es la persona que no usa mascarilla advertía recientemente una enfermera española al salir de su primer turno del año. Entre nosotros es para poner los pelos de punta o la carne de gallina, pues la situación se ha agravado y no es para alarmar, sino para apelar a la responsabilidad personal y al derecho humano a la vida de las personas.

    El 50% de las pruebas de covid-19 en las brigadas móviles sale positivo, resaltaba LA PRENSA en su edición de ayer. La respuesta de la población es favorable a la presencia del personal de Salud en barrios y colonias, aunque la traba, como ha sido a lo largo de toda la pandemia, sigue en la escasez de material y equipo en los laboratorios, de manera que el procesamiento es lento y en número pequeño.

    Las voces se multiplican. Una de las más recientes es la de los pediatras, gremio médico que desaconseja la apertura del sistema educativo en su modalidad presencial. En el ámbito oficial se habla de pilotaje para conocer resultados e ir aplicando las medidas sin poner el riesgo la salud de los escolares, de sus padres, familiares y vecinos.

    “Recordemos que no asistir a la escuela en estos momentos es una medida incómoda, pero necesaria; pasear por lugares públicos es cómodo, pero un riesgo innecesario que le puede costar la salud de sus hijos y la vida de sus familiares más vulnerables”, advierten los doctores, cuyo costo humano y profesional por la pandemia es muy alto.

    Hay que romper la cadena de transmisión y no seguir soñando con la vacuna que, aunque llegue antes de la instalación y funcionamiento de los hospitales móviles, será tarde para miles de hondureños. Las previsiones tras las fiestas de fin de año desafortunadamente se están cumpliendo. Aquello de la visita a los mayores, de las reuniones en casa o las salidas de parrandeo como alivio a las restricciones están pasando factura con precio tan elevado que, definitivamente, habrá que poner un “hasta aquí”.

    No somos los únicos. En el istmo van en escalada las medidas de restricción en la movilidad de las personas. En Europa se ha vuelto al confinamiento ante lo que identifican como “tercera ola” con gran expansión y mayor número de víctimas. Si esto sucede a quienes disponen de recursos, instalaciones, personal, da terror preguntarnos por nosotros. Exijamos el uso de mascarilla, observemos la distancia física y reduzcamos la movilidad al mínimo. Aunque sea deseable, divertido y cómodo hay riesgos que no deben correrse por la propia salud, la de los hijos, familiares y personas más vulnerables.