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Después de la vacuna

  • 25 noviembre 2020 /

    Tanto laboratorios estadounidenses como ingleses, alemanes, rusos y chinos aseguran haber encontrado una vacuna con un alto grado de efectividad para luchar contra el covid-19.

    La noticia ha llenado de optimismo no solo a la comunidad científica sino también al mundo de la economía, del comercio, de la industria y a los ciudadanos en general, que echan de menos una manera de vivir a la que parecen no estar dispuestos a renunciar.

    Sin embargo, es muy importante desarrollar la conciencia necesaria para que el mundo pospandemia, una vez la vacuna haya llegado a todos los países sobre todo a aquellos cuyos sistemas sanitarios han resultado sumamente afectados por el manejo de la crisis, sea un lugar en el que estemos mejor preparados para enfrentar retos similares, que, seguramente, experimentaremos tal y como la historia nos lo ha mostrado.

    Sobre todo en países como el nuestro, en el que los medios son siempre escasos y situaciones como la generada por la pandemia significan un descomunal desafío, urge que de esta experiencia aprendamos muchas lecciones.

    Tal vez la primera enseñanza que debamos sacar sea la de saber adelantarnos. Aunque la coyuntura se presentó de manera repentina, en Honduras y en el resto de las naciones, y muy difícilmente hubiéramos podido estar suficientemente preparados, sí ha habido mucha improvisación y falta de diligencia; tanto así que los famosos hospitales móviles para los pacientes infectados por el covid aún no están instalados en algunas de las ciudades en donde deberían estar y apenas uno está funcionando. Las compras de emergencia siempre dan mala impresión y se prestan para todo tipo de interpretaciones y sospechas. Encima, la politización en que vivimos sumidos enrarece más el ambiente y contamina la percepción del contexto en el que se desenvuelven los hechos.

    Hay, en segundo lugar, un tema de disciplina, cuyo origen radica en la falta de educación de la mayoría de nuestra gente. Algunos piensan y actúan como que si las medidas de bioseguridad que se nos recomiendan fueran imposiciones del Gobierno. Así, van sin mascarilla por sitios públicos o dejan de cultivar un hábito tan sencillo como el lavado frecuente de manos solo por llevar la contraria. Hay, también, en el fondo, una falta de respeto por la salud de los demás y una especie de sentido de invulnerabilidad que puede terminar por ser fatal. Y, finalmente, después de la vacuna debe prevalecer un sentido de corresponsabilidad entre el Gobierno, la sociedad civil y todos los que aquí vivimos. Porque el futuro es común para bien o para mal.