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12:01 AM

Aprender la lección

  • 18 noviembre 2020 /

    Los peligros y daños sufridos por la población se han sentido en los últimos días como un asunto serio y grave según muestran las labores de evacuación, la instalación de albergues y la angustia y temor por la llegada del fenómeno natural Iota, cuando aún está en carne viva la herida de Eta.

    Ayer fue un día duro. Desde la madrugada las noticias no eran buenas. Llovió en forma inclemente y en pocas horas los ríos, riachuelos y quebradas volvieron a convertirse en potentes monstruos que arrasaban todo a su paso, provocando inundaciones y destrozos a la red vial y viviendas.

    No es aquello de echar cuenta de que cada 20 años aproximadamente ocurren estas desgracias. Los adultos recordaron el Fifí, poco más de dos décadas el Mitch y en un período similar Eta que trajo de la mano al destructor Iota.

    La lección para aprender como tarea para ayer está más que clara y nos atrevemos a recordar al gran filósofo alemán quien desde la profundidad de su filosofía retaba “Atrévete a saber. Atrévete a pensar”.

    La emergencia sigue en la etapa de atención a los damnificados y pasado el peligro muchos regresarán a sus viviendas para recuperar lo poco recuperable, limpiar y con el doloroso recuerdo de trágicos días ir asentando la normalidad que en unos años nos mostrará el fruto del esfuerzo, la iniciativa y creatividad de los hondureños, pues la vida seguirá, aunque no sea igual.

    Mucha fue el agua llegada al valle de sula, al litoral, a todo el país, pero mucho mayor debe ser el interés efectivo, no palabras, por evitar estos desastres y mitigar los daños con la reparación de los bordos de protección y los canales de alivio, orgullo hace una década, pero olvidados todos estos años.

    La fragilidad del valle de Sula quedó en evidencia, veremos si los trabajos de reparación y fortalecimiento de defensas se emprenden con rapidez, se hace “buen” trabajo y se da permanente mantenimiento.

    Más urgente es “resucitar” los proyectos para la regulación del caudal de los ríos Ulúa y Chamelecón antes de llegar al valle.

    Años y años se habla de las represas El Tablón, Jicatuyo y Los Llanitos, pero se enreda, con premeditación, de manera que todo queda en el sueño de los justos hasta que las crecidas despiertan, pero pasarán años y esas obras de uso múltiple seguirán siendo “una prioridad para evitar las inundaciones en el valle de Sula”.