El tema de esta y otras represas, ha vuelto al debate esta semana tras el terrible recuento de daños que dejó el paso del huracán Eta que —además de las dolorosas pérdidas humanas— destruyó miles de hectáreas de cultivos de frijoles, arroz, maíz, hortalizas, bananos y frutas, y que ha dejado postrado al país por el daño a importantes obras viales.
El Gobierno ha salido al paso confirmando que las represas de El Tablón, Jicatuyo y Los Llanitos son “una prioridad para prevenir inundaciones en el Valle de Sula”, junto con los embalses de San Fernando y Morolica que “tienen que acelerar su proceso de construcción” en la zona Sur de Honduras.
Y es que la construcción de El Tablón, concebida sobre el río Chamelecón —de 20 a 30 kilómetros al suroeste de San Pedro Sula— se visualizó que se convertiría en el motor para el cultivo y sistemas de riego en el Valle de Sula y para gran parte del país, y que beneficiaría a unas 35 mil hectáreas de cultivos agrícolas, entre otros beneficios. Su principal objetivo: ser parte de la solución para el control de inundaciones, disminuyendo los riesgos de tragedias como la provocada por Eta.
Economistas, analistas, arquitectos, empresarios y medios de comunicación como LA PRENSA, han venido planteando la urgencia de esta obra, estimada en 166 millones de dólares, unos 3,768 millones de lempiras. Todos estos sectores coinciden en que es un proyecto clave para impulsar el desarrollo económico, social y ambiental de la región.
Esas voces reclaman que no podemos continuar tan vulnerables a fenómenos como Eta, tan impotentes ante semejante destrucción. Seguir haciendo estos recuentos de daños y lamentando pérdidas que pueden evitarse o al menos disminuirse.
Se necesitan acciones contundentes, soluciones como las que ofrece El Tablón, Jicatuyo y Los Llanitos para defendernos de las inundaciones. Necesitamos obras que se ejecuten para controlar las aguas y no más proyectos que se quedan solo en promesas.