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Canto de sirena

  • 11 octubre 2020 /

Editorial, 12 de octubre 2020.

    ¡Qué fácil fue hacer el llamado, escucharlo y seguirlo! Unos días después la pregunta, con respuesta, por qué, para qué y qué lograron.

    Claro que la dura experiencia de quienes emprendieron la ruta debiera ofrecer una explicación más que necesaria para evitar tragedias, dolor, peligros y gasto de los pocos lempiras que quedaban en la familia. El desplazamiento masivo, caravana, de los últimos días, es la ilusión más “ilusa y absurda” de todos los tiempos, no solo por ese muro humano y tecnológico en el norte, sino por las condiciones en la ruta.


    Quien en los primeros días de su mandato aplaudía, animaba y prometía cielo y tierra para los emigrantes centroamericanos, esta semana elogió al Gobierno de Guatemala por la “afortunada” intervención para frenar la marcha hacia el norte por las adversas condiciones sanitarias.


    Esa fue la explicación del Gobierno mexicano, pero en el fondo refleja una especie de “hartazgo” por lo que van y no pasan y por lo que sin pasar esperan con ansiedad, pero sin ilusiones a corto plazo, la fecha para una cita en la que la Migra decida si entra o, definitivamente, se cierra la puerta.


    La política de “tercer país seguro” ha aminorado la presión sobre los organismos migratorios de Estados Unidos, con gran temor por las avalanchas antes de la pandemia, y para las que Washington formalizó el término de excepción de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, de manera que el solicitante pueda ser devuelto al país donde pudo solicitar asilo y no está en peligro su seguridad. El calificativo de seguro se fundamenta en la cooperación internacional.


    Pero una cosa son los tratados, las convenciones, los acuerdos y otra el diario vivir de los desplazados en los países de acogida, en los cuales por muy bien que quieran tratarlos las dificultades de integración son muchas y los riesgos de exclusión son también numerosos; pero es ingrato exigir a quienes con los problemas similares a los nuestros ofrecen de sus escasos recursos diarios lo necesario para la supervivencia.


    Aquí el problema es interno, inseguridad y desempleo. Negarlo es cerrar los ojos, pero tratar de ignorar las condiciones allá en el norte y en la ruta es casi una actitud malvada para empujar a centenares o miles de compatriotas a una meta, en otros tiempos muy anhelada, pero hoy tan imposible como lejana.


    Los optimistas o engatusadores argüirán que nada es imposible, pero hoy por hoy, como ha quedado en evidencia en el reciente grupo de emigrantes, el oasis ficticio o el “sueño americano” no son más que deseos, grandes insomnios y frustraciones. En estos tiempos, los cantos de sirena se multiplican por la red…