La reacción ha sido mayoritariamente negativa, pues es la comunidad a la que sirve la que vela por las necesidades materiales de los religiosos, entregados a la causa de Dios y por lo mismo pendiente de su fidelidad a él y plenamente confiados en su bondad y prodigalidad. Si las flores del campo y los pajarillos reciben la protección divina, ¿no la recibirán los que predican la fe y son fieles al mandato del Maestro de Galilea?
La respuesta es individual, pero también tiene dimensión colectiva, pues va más allá de una ayuda, una donación de recursos propios con los que la solidaridad muestra su limpia y transparente intención. Por ello la expresión directa de favor y factura es, sin duda, una de las más sinceras y experimentadas explicaciones que muestran la dirección del camino.
“Hay favores que después pasan factura y debemos conservar la libertad para anunciar, denunciar y buscar el bien común”, señaló el arzobispo de Tegucigalpa, cardenal óscar Andrés Rodríguez, quien aclaró que la Iglesia católica no ha pedido nada para los sacerdotes, pues la feligresía con sus colectas en las misas y la preocupación por ellos les proporciona lo necesario para su austero diario vivir.
El cardenal hizo énfasis para aclarar que el delegado de la Conferencia Episcopal en la mesa multisectorial a quien consultó “y me dijo que nunca se ha tratado nada de eso y que no tenía autorización para pedirlo”. Entre sesión y sesión al oído de algún funcionario se hizo llegar la petición para que la llevara la Presidencia con resultado favorable para los peticionarios.
Haciendo hincapié en la posición de la Iglesia y alejando la polémica interreligiosa, el arzobispo de Tegucigalpa aconsejó el estar “muy centrados en que los problemas centrales de un país deben resolverse en la verdad, justicia y caridad”. Que la religión no sea instrumento de distracción, sino de compromiso, en fiel acompañamiento, de la comunidad.