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Nubarrones

  • 23 junio 2020 /

Ni la pandemia con las trágicas secuelas en nuestro país es capaz de generar soluciones a los endémicos problemas en el ámbito de la política...

    Ni la pandemia con las trágicas secuelas en nuestro país es capaz de generar soluciones a los endémicos problemas en el ámbito de la política donde se arrastra aún aquello de “quien no comparte mis ideas es mi enemigo”. En el Registro Nacional de las Personas se concentra ahora la polémica con la mirada puesta en las elecciones internas que deberán desarrollarse pese a las quejas puritanas. Las dirigencias de los partidos políticos están obligados a cumplir el mandato constitucional de las fechas de convocatoria y realización de los comicios, de tal manera que el Consejo Nacional Electoral asuma su rol ejecutivo, de ninguna manera legislativo, que es lo que intentan y manifiestan algunos de sus miembros.

    El censo electoral, asunto en discordia al que se suma el control de la mesa electoral receptora, está marcando las actividades del RNP y las ambiciones partidarias, pues la ubicación en el organismo rector electoral, más que un puesto, es la decisión en los conflictos.

    El censo de votantes sigue con una pesada carga de abstencionismo por las migraciones hacia el norte y hacia países europeos donde eso de las elecciones internas o las generales suena demasiado lejano y con nubarrones en la credibilidad que aleja de las urnas a miles de hondureños. Una y otra vez, en administraciones pasadas y en la actual, se difunde categóricamente que los “muertos votan” y no es habladuría o solo señalamiento de quienes aspiran a llegar a la cima, hoy en la llanura.

    La depuración del padrón electoral debiera ser una tarea permanente de manera que, notificado el deceso, automáticamente pasase la información a la lista oficial de electores. Quienes ayer pudieron hacerlo, hoy claman exigiendo depuración y actualización para las elecciones primarias. Más certeramente es enfocar el abstencionismo en el deterioro continuo de la credibilidad en los políticos y la falta de confianza en quienes llegaron con el voto popular.

    Hay agenda y hoja de ruta para el proceso electoral, pero la pandemia condicionó las fechas, pues lo que debiera haber comenzado hace cuatro meses apenas da débiles atisbos de inicio. Ojalá que no enarbolen el esquema de emergencia para saltar obstáculos con un alto costo en la transparencia.

    Las poses dogmáticas y radicales no contribuyen a esclarecer el horizonte que a los nubarrones de las crisis sanitaria, económica y social habrá que sumar la pugna política partidista en el organismo rector electoral. Censo “depurado y limpio” sí, pero no como tapadera para ocupar cargos, sino con la vista puesta en un proceso transparente cuya credibilidad fortalezca la democracia y elimine las secuelas repetidas cada cuatro años.