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Lo más sagrado

  • 23 marzo 2020 /

    Nuestra existencia individual y colectiva está siendo afectada radicalmente, tan radical que llega a lo más sagrado de la persona, la vida, porque es lo que se halla en juego en estos tiempos del Covid-19, situación que exige responsabilidad social con la activación de todos los mecanismos de emergencia sanitaria.

    El desafío es descomunal para el precario y endémico sistema público de salud, pero la supervivencia lo exige. Todos los hondureños, nadie se escapa, tendrá que poner el mayor interés, sus mejores recursos y saludables iniciativas para enfrentar la situación, aunque sea paliativo, con el fin de aminorar el golpe, porque de él nadie se libra.

    No es amarillismo, es la imagen exacta de lo que ocurre cerca y lejos de nosotros, pero de lo que ya sucede también entre nosotros con 27 enfermos confirmados y con una cantidad para entrar en pánico de aquellos calificados de contactos indirectos, por lo que habrá que esperar las pruebas; pero para entonces la circunferencia habrá aumentado su dimensión y el círculo su área.

    Ante lo irremediable, la sabiduría popular se hace la pregunta: ¿Se puede poner puerta al campo? Para quienes alguna vez pensaron que asegurando fronteras no entraría el virus y se entretuvieron en cálculos alejados de la sanidad les llegó la hora de conocer su incapacidad de prevenir.

    No faltan quienes con aire de superioridad recuerden el dicho de “cada cosa a su tiempo”, pero solo va quedando el tiempo del virus, no el de las personas, lo cual demanda una actuación ordenada y colectiva, pues además de la infección, otro gran peligro es exigir que el Gobierno lo haga todo, olvidando que la efectividad de las medidas colectivas conlleva, como elemento imprescindible, la responsabilidad personal y la integración en organizaciones comunitarias.

    Tarea de todos es la convocatoria por la vida que cada uno de los hondureños, sin distingo de edad, profesión, ideología o creencia tendrá que escuchar para seguir plenamente las directrices de sanidad, para dotar de sentido cada minuto del día y no sentirse desbordado, amargado y frustrado con el encierro en casa, contribuyendo así con responsabilidad en la reducción al máximo de los riesgos en la expansión de la enfermedad.

    Hay quienes acuden al mundo de las matemáticas para señalar que en el sistema público de salud 2 y 2 nunca son cuatro, pues las deficiencias y los enormes vacíos se miden por la inversión y la transparencia en la utilización de los pocos recursos a lo que hay que sumar numerosos factores externos que mantienen postrado el sistema y ahora se siente más que nunca porque peligra lo más sagrado: la vida.