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La labor agrícola

  • 07 noviembre 2019 /

La entrega del Programa del Desarrollo Agrícola de Honduras (PDAH) a las Fuerzas Armadas ha recibido los más distintos calificativos.

    Si se ha perdido la confianza en los funcionarios, por el motivo que sea, desgraciadamente el político, como sucede en numerosas ocasiones, o se intentan nuevos objetivos, debilitar al organismo eliminando funciones y responsabilidades no es la ruta correcta, aunque desde el Poder Ejecutivo se “ordene y mande” con el respaldo de la ley, cuya interpretación es muy diversa respecto a su contenido y a la motivación de polémicas decisiones.

    La entrega del Programa del Desarrollo Agrícola de Honduras (PDAH) a las Fuerzas Armadas ha recibido los más distintos calificativos, el más favorable de los cuales fue de “ilógico”, pues está fuera de todo pensamiento regular y expresión, ajustada al contenido y continente, la adscripción de la dirección agrícola a la jefatura militar, según queda establecido en el decreto ejecutivo publicado en la Gaceta el 18 del mes pasado.

    “A través de la creación de una Dirección de Desarrollo Agrícola (C-10) en la Jefatura del Estado Mayor Conjunto para la ejecución del Programa y que será el ente encargado de estructurar, ejecutar y administrar el Programa”, señala el decreto de 11 artículos, en uno de los cuales se asignan los recursos, cercanos a los 4,000 millones de lempiras, para los próximos cuatro años.

    El texto constitucional al que apela el sector oficial para explicar y justificar la asignación de la responsabilidad agrícola es traído de los cabellos, pues aunque señala la cooperación en labores de alfabetización, educación, agricultura… y situaciones de emergencia, no cabe que hayan de ser los rectores, directores de tareas agrícolas, sino respaldo a quienes son los protagonistas, fallidos en numerosas ocasiones, de la producción agrícola, ganadera, conservación de recursos naturales y defensa del ambiente con políticas agrarias amigables.

    Las deficiencias en el agro son tales que abarcan desde un Instituto Nacional Agrario, muestra de museo; Banco Nacional de Desarrollo Agrícola, con condonaciones y morosidad, y la Secretaría de Agricultura y Ganadería, tan apegada a la burocracia que la negativa, a cal y canto, al traslado de sus oficinas es evidencia de vida cómoda.

    Modernizar estos organismos para fortalecerlos puede constituir la ruta más larga y difícil, pero la más acertada y eficiente e incluso legal para dinamizar las labores agrícolas y, en un ambiente de tantas necesidades, como el nuestro, producir para comer y aspirar a exportar con una producción creciente y de calidad.