Más que el pasado inmediato, lo importante es el futuro cercano, tan cercano como hoy mismo, de manera que no se llegue a la víspera y todavía haya que diseñar, pulir y hasta aprobar medidas para una campaña y unas elecciones transparentes y en paz. Tras esa jornada electoral ejemplar de la población, ojalá desaparezcan las horas críticas del escrutinio, no pocas veces agravadas por candidatos a quienes se les quema la miel.
La nuevas autoridades electorales, con presentación personal, pero aceptación partidaria en el organismo político, el Poder Legislativo, tienen como primera responsabilidad generar confianza en los hondureños. A cada uno de los miembros del Consejo Nacional Electoral y del Tribunal de Justicia Electoral se le señalará su pasado partidista, de grupo y quizá con alto nivel sectario, pero han de mostrar su capacidad de diálogo, debate, entendimiento en las deliberaciones que lleguen a su ámbito y como honestos profesionales no aprovechar situaciones polémicas para levantar bandera de partido o presentarse como redentores.
Los dos nuevos organismos electorales, así como el Registro Nacional de las Personas, donde hay muchos rincones productos de la injerencia partidista, tienen un gran compromiso. De una vez por todas, el “estilo Honduras” ha de desaparecer de raíz, no para olvidar la historia, sino para emprender el camino de la convivencia armónica en el que cada cuatro años expresamos la voluntad para elegir autoridades, la tradicional democracia representativa, y para avanzar en la democracia participativa, que, por conveniencia de quienes se hallan en los tres poderes, no ha despertado aún y así pontifican y no se produce respuesta. “Todo está arreglado”, y lo estaba, por lo que hubo enfados, pero no sorpresas. Veremos qué tal resulta el “viaje”.