No es del gusto de todos, pero bien sabemos que en el mundo de la política la unidad y entendimiento en cada instituto político son claves en la defensa de intereses partidistas. La expresión bíblica es aleccionadora: “La casa dividida contra sí cae”. Desde el principio se sabía: la entrada y el desarrollo del proceso son asuntos personales, cada quien prepare y entregue la documentación personal con la solicitud, el final ya es asunto de decisión de las bancadas o de votos individuales, todo ello con el lema es el “mejor” para nosotros y ojalá no quede cautivo del círculo sectario del partido, sino que sus decisiones se encaucen para el bien y los cambios necesarios en el país que abran grandes espacios a la confianza y a la credibilidad.
Cada quien habla de cómo le va en feria, dice el refranero popular, pero está claro que la cerrazón sectaria ha crucificado, durante décadas, a los hondureños. Ya es hora de que, sin mesías ni redentores, surja el compromiso colectivo del entendimiento, de la convivencia civilizada, del fortalecimiento institucional para llegar eficazmente con soluciones, no solo palabras ni elaborados planteamientos, a las carencias individuales y familiares, empleo, educación, salud y vivienda. Si no logramos otear en el horizonte nuevos caminos, seguiremos cavando en el pozo y nos hundiremos más por culpar a otros que alegremente disfrutan de los recursos de todos.
“Alea jacta est”, “la suerte está echada”, o, en palabras más cercanas, “todo está arreglado”, de la diputada Doris Gutiérrez. La votación en el Congreso no será sorpresa y, como en toda negociación, habrá sus más y sus menos; pero hablando se entiende la gente, aunque el resultado del juego de palabras no agrade, lo cual debiera ser ya cauce para la decisión personal y secreta en las urnas, cuyo tratamiento en el escrutinio es calificado en el ambiente oficial como “confiable”.