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Condenable

  • 08 agosto 2019 /

En Tegucigalpa, San Pedro Sula y otras ciudades del país, los comunicadores alzaron su voz de protesta exigiendo el fin de los ataques a los periodistas y el respeto a la libertad de prensa, consagrada en nuestras leyes y en convenios internacionales.

    ¿Vuelve la noche? La impactante fotografía de una persona apuntando con una pistola en el campus de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el Valle de Sula y los enmascarados o con cara descubierta acosándolo y golpeando su vehículo recuerda un triste y trágico pasado que nunca debe volver, pero que acecha y, de no tomar medidas férreas, en un ambiente nacional supercrispado, puede causar daños irreparables que hay que evitar para que prevalezca la academia sobre las acciones violentas y los intentos por obstruir o impedir las elecciones estudiantiles, prevenir la integración de autoridades para tener “motivo, razón y circunstancias” de seguir el relajo y mucho más.

    El condenable hecho del miércoles en el campus tiene su antecedente inmediato en los hechos violentos del martes, cuando en las primeras horas de la noche la Policía lanzó bombas lacrimógenas contra estudiantes no solo en las cercanías del centro universitario, sino dentro, tal como las autoridades mostraron en conferencia de prensa al considerar los hechos y anunciar la directora de la Unah-vs, Isbela Orellana, la presentación de una denuncia en el Ministerio Público con la pruebas materiales y los jóvenes afectados por el embate policial, que pasaron a la redes sociales con dos imágenes de impacto: el autobús del que escapaban los estudiantes envueltos en humo y el camarógrafo, plenamente identificado, que recibió un fuerte golpe con un objeto metálico.

    En Tegucigalpa, San Pedro Sula y otras ciudades del país, los comunicadores alzaron su voz de protesta exigiendo el fin de los ataques a los periodistas y el respeto a la libertad de prensa, consagrada en nuestras leyes y en convenios internacionales. Las agresiones y amenazas se han multiplicado en el ambiente nacional de confrotación, como si el mensajero fuera responsable, en vez de las ambiciones de poder, los graves y endémicos problemas sociales, la corrupción, la impunidad, la pobreza, la educación, etc. etc. La respuesta de la Policía no se hizo esperar con la promesa de investigar los hechos, aunque en principio aquello de juez y parte resta credibilidad y las indagaciones se irán deslizando hacia todo sin que pase nada, pues es “un hecho aislado”, conclusión inmediata en la esfera oficial.

    No es tan aislado cuando la presidenta de la regional del Colegio de Periodistas puntualizó que “las agresiones no vienen solo de los policías, sino de todos los sectores”. Atacar al mensajero no cambia la realidad sobre la que informa.