Como ¡hombre al agua! se puede interpretar el titular principal de Diario LA PRENSA en su edición de ayer, cuya identificación bastaría con cambiar una palabra; pero el objetivo es el mismo: salvamento. La dificultad radica en que las aguas son mucho más peligrosas para el “agro”, en este caso atrapado por las corrientes o las olas, unas y otras, muy envolventes. La producción agrícola se mueve con los vaivenes del mercado internacional o regional, de manera que los precios llegan del exterior unas veces por la demanda y, no pocas, por la especulación.
El trabajo periodístico se adentra en la crítica situación de dos productos muy importantes para las reservas internacionales en el país, no muy sobrantes después de atender la deficitaria balanza comercial. En auge ambos, sentirían alivio trabajadores, productores, familias y el presupuesto nacional. La caída en los precios, allá donde la cotización se fija a miles y miles de kilómetros de las tierras cultivadas y en complicidad entre empresas que no tienen fronteras y sí estrategias sostenibles para comprar barato, almacenar y acaparar, vender caro para incrementar las ganancias en cada crisis de los productores.
En lo que se refiere al café, la cotización se mantuvo casi todo el primer semestre de este año en menos de $100 dólares el quintal. El aceite de palma camina en descenso desde hace casi tres años y con la amenaza, que nuestros productores debieran considerar más seriamente, de restringir la compra hasta asfixiar los cultivos si se sigue depredando el bosque, incluso aquellas zonas declaradas protegidas por su riqueza forestal y biológica. Dos productos de exportación, a los que habrá que sumar la ganadería, que necesitan el respaldo del Gobierno, pero medido en producción, no en cálculos, fácilmente desviables, de empresarios y funcionarios.
El otro fenómeno, leche derramada, es el cambio climático. Sus efectos son devastadores en el campo, donde los sistemas de riego siguen en estudios y oficinas, donde la tala del bosque evidencia la irracionalidad, donde la expansión de las fronteras agrícolas y ganaderas van invadiendo las reservas y donde, cada verano, miles de hectáreas quedan convertidas en ceniza y rastrojo. No hay visión ni prevención y, por tanto, desde el sector productivo y del Gobierno se escucha “hombre al agua”, a la espera de salvamento financiero, por la conducta habitual de retraso, carencia de visión y ausencia de previsión. Ahora necesitan un neumático para flotar en un mar adverso para no ahogarse.