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Largas filas

  • 12 enero 2019 /

    En este período de comienzo de año es común observar largas filas, sobre todo de gente joven, tanto ante empresas que ofrecen nuevos puestos de trabajo como ante las oficinas de los organismos gubernamentales que extienden documentación necesaria para solicitar un empleo.

    Así como están las cosas, la edad para incorporarse al mercado laboral se ha ido adelantando. En la mayoría de las familias hondureñas hace falta que haya dos, tres o más ingresos salariales periódicos constantes para llegar a fin de mes. De ahí que haya miles de jóvenes que deban trabajar para echar una mano a la economía familiar o para pagar estudios de educación media o superior. Las jornadas vespertina y nocturna de las universidades públicas y privadas están repletas de muchachos menores de treinta años que llegan a las aulas con el uniforme de la empresa en que laboran y que hacen un esfuerzo no solo económico, sino también físico para formar parte de esa población que busca en los estudios la mejor vía para ascender material, intelectual y socialmente.

    Aparte de la escasez de puestos de trabajo, nuestra gente joven enfrenta distintos retos para obtener uno. Cuenta, para el caso, el manejo suficiente de una segunda lengua. Aunque seamos uno de los países de la región en los que hay mayor bilingüismo, esa ventaja competitiva se concentra en jóvenes egresados de escuelas y colegios privados, generalmente procedentes de familias de clase media. Las competencias que se adquieren en este campo en las instituciones gubernamentales son muy básicas, elementales. Luego está el manejo de la tecnología, que, en las áreas urbanas, es una limitante que, afortunadamente, es cada vez menor, por el hecho de que los llamados “nativos digitales” prácticamente no necesitan educación formal en este sentido. Otros retos están relacionados con lo que hoy se llama habilidades blandas, entre las que se incluye una serie de destrezas relacionadas con la inteligencia emocional: saber establecer relaciones humanas armónicas y satisfactorias, saber escuchar, saber expresar las emociones, entre otras.

    Pero el reto mayor, y eso deben tomarlo en cuenta las autoridades de educación, tiene relación con el deficiente manejo de la lengua nativa. Nuestra gente joven no sabe leer, no comprende lo que lee, no escribe con mediana corrección y no es capaz de redactar un párrafo de cierta complejidad. Y si no se maneja la lengua, no se comprende la realidad. Un futuro profesional exitoso, una posibilidad real de ubicarse laboralmente depende, forzosamente, de una adecuada enseñanza y un eficiente aprendizaje de unas habilidades lingüísticas básicas en español, para poder comunicar con claridad sin dar lugar a la imprecisión y a malentendidos.