La globalización económica, que ha significado el crecimiento de la industria china entre otras, a pesar de los serios cuestionamientos sobre temas de derechos humanos; la falta de previsión de muchos Gobiernos en salud pública, la postergación de los asuntos de desarrollo social, son evidentes en esta crisis.
La interdependencia tan cacareada como una de las características principales del mundo globalizado en el que nos encontramos hoy nos muestra un escenario complejo: en situaciones críticas que abaten a la humanidad, corremos el riesgo de desabastecimiento, no solamente de productos esenciales de alimentación, sino especialmente de equipamiento médico e implementos para la bioseguridad.
Nuevamente, este panorama pone énfasis en las desigualdades entre países, que hoy por hoy no es posible resolver, puesto que tenemos asuntos más urgentes, como preservar la vida de millones de personas.
En el escenario pospandemia por Covid-19 es de esperarse una reconfiguración del orden mundial, especialmente en lo comercial. Probablemente los Estados vuelvan su marcha atrás, poniendo en tela de juicio la conveniencia de la globalización a ultranza y reconsiderando el modelo antiguo del proteccionismo, con algunas modificaciones, claro está.
El modelo económico keynesiano, llamado así por su autor John Maynard Keynes, enfocado en la economía en época de recesión, podría retomarse. Es un regreso al pasado.
Hemos visto desde antes de este momento de nuestra historia, cómo líderes de países desarrollados han puesto a sus propias industrias por encima de la globalización y de la que hasta ahora se consideró nueva división internacional del trabajo.
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha abanderado medidas proteccionistas que en su momento han sido cuestionadas por muchos al considerarlas antiglobalización.
¿Eran medidas adelantadas para lo que vendría después? El tiempo lo dirá.
Más allá de un nuevo enfoque que corresponda a la teoría, los Estados alrededor del mundo buscarán atraer inversiones que contribuyan a generar seguridad para su población, en un sentido más amplio, que incluya por supuesto la atención de temas cruciales de salud y educación.
Asuntos claves como la seguridad alimentaria, la industria farmacéutica y el desarrollo de nuevas tecnologías para atender las necesidades de este nuevo mundo dominarán la agenda mundial.
Por otra parte, las nuevas modalidades de consumo derivadas de la emergencia sanitaria impulsarán la innovación de productos y servicios, de modalidades de pago y entregas.
El enorme desafío para países marcados por la campante desigualdad socioeconómica será cómo lograr la inclusión.
Los “negocios en la base de la pirámide” y la “banca de los pobres”, conceptos propuestos por C. Prahalad y M. Yunus respectivamente, deberán ser considerados, si en efecto buscamos que nadie se quede atrás, como promueve la Organización de Naciones Unidas (ONU) a través de la Agenda 2030, que también deberá ser replanteada no en su espíritu, pero sí en sus ambiciosas metas.
En la historia, fuertes sacudidas como esta, sacan a flote la capacidad del ser humano para reinventarse. La creatividad debe ser puesta al servicio de la humanidad, más allá de los intereses particulares. Y es aquí -como siempre ha sido, aunque pocas ocasiones reconocido- que la ética jugará un rol de primer orden. Nos esperan grandes cambios, hay que estar atentos.