En el tiempo en el que Timoteo se convirtió en líder del cristianismo había muchos maestros corruptos que difundían doctrinas falsas. De acuerdo con Pablo, entre las personas a las que Timoteo debía cuidar y guiar estaban los que querían ser maestros de la ley.
El apóstol explica que la ley es buena para identificar las malas acciones y hacer que los pecadores se arrepientan. Y luego se identifica a sí mismo como el peor de todos (1 Timoteo 1:15).
“No solo se condena a sí mismo bajo la ley como ‘un blasfemo... y un hombre violento’ (v. 13) -escribe un teólogo-, sino que con celo trató de imponer también esa mismísima ley (ver Hechos 9:1-2; Filipenses 3:1-6). En cierto modo -continúa diciendo-, el apóstol utiliza su propia historia para presentar esperanza incluso para aquellos que hacen el mal” por ignorancia o incredulidad. ¿No le parece interesante? Según esto, todos pueden ser redimidos, no importa lo que se haya hecho en el pasado o se esté haciendo en el presente. “Por esta misma razón, Dios tuvo misericordia de mí para mostrar que Jesucristo tiene paciencia sin límite hasta con el peor de los pecadores”, enfatiza el apóstol con confianza (1 Timoteo 1:16 PDT).
Ahora, déjeme preguntarle: ¿qué de usted? ¿Cree que su vida es similar al estado anterior que tenía la vida de Pablo? ¿Cree que también es blasfemo, vicioso, apático, y un hombre violento? La historia del apóstol le dice que hay esperanza y que es posible salir de esas tinieblas. “Quizás primero debes conocer la oscuridad para que puedas apreciar la luz”, escribió alguien en una ocasión. Precisamente, porque la luz es Dios y su gracia es a través de Jesús (Juan 1:6-9). ¿La está notando? Parafraseando a Benjamín Franklin: Puede que no podamos controlar lo que nos pasa, pero podemos controlar lo que [entra] en nuestro interior. Deje, pues, que la luz de Dios entre hoy en su interior e ilumine con esperanza su vida, su contexto y su nuevo futuro.