He visto demasiado. Después de 39 años ejerciendo la medicina he visto de todo aquí. La evolución de la medicina, los avances tecnológicos, el desarrollo de nuevos medicamentos, y lastimosamente el cambio desfavorable en la opinión de la población general sobre el desempeño del médico.
Vengo de una época donde la interrelación del médico y el paciente eran la base de un buen diagnóstico y tratamiento. La clínica (interrogatorio y examen físico) constituían el punto de partida del proceso salud- enfermedad. Ahora hay una brecha allí, donde antes existían unos lazos de solidaridad, compasión, humanidad.
El profesionalismo se ha interpretado como erigir una barrera, como un distanciamiento, como un medio para marcar un territorio, un alejamiento cómodo, y la tecnología es el instrumento idóneo para mantener la distancia.
He visto tanto aquí, de todo, bueno y malo, pero lo preocupante del ejercicio de la medicina es que ha cruzado esa fina línea imperceptible que delimitaba entre lo correcto y lo incorrecto. Y se están haciendo cosas no solo incorrectas, sino que son riesgosas. Hay que distinguir entre lo que debe ser o debe hacerse, y lo que no debe ser y no debe hacerse. El que puedan hacerse muchas cosas no significa que deban hacerse todas ellas.
De allí la importancia de la ética médica, que radica en la necesidad de normar los actos médicos, en un momento en el que los descubrimientos científicos y los avances tecnológicos suceden rápidamente, abriendo nuevas posibilidades de acción. Los progresos tecnológicos deben ir acompañados de una mejoría en la calidad de las personas a cargo. La revolución científica tan desproporcionada de estos últimos tiempos nos obliga a ello. Mejores personas aseguran buenos médicos.
El principio de no maleficencia de la ética médica es considerado el más importante, y significa que cualquier acto médico debe pretender en primer lugar no hacer daño alguno, de manera directa o indirecta (“primun non nocere”).
Porque es una preocupación generalizada hacia dónde va la medicina. La profesión humana por excelencia ya no lo es tanto. Es una actividad generadora de ingresos como cualquiera. Ya no son pacientes, son clientes, por eso el médico ya no está en el pedestal de antes, cuando era respetado y admirado porque representaba la decencia, la integridad y la bondad.
Sí, vengo de una medicina humana, menos complicada que la actual, pero era una buena medicina, por seguro.
Procuraba ante todo no hacer daño.