29/03/2024
02:47 AM

Presupuesto, egresos e ingresos

Juan Ramón Martínez

Herederos del concepto que “el dinero crece en los árboles”, y que, el gobierno es “dueño del bosque”, la discusión sobre el presupuesto 2023 se ha concentrado en el monto, en los gastos y los rubros.

Pocos preguntan de dónde llegarán los ingresos, quién los producirá y, por supuesto, --porque se da por entendido-- cómo financiaremos el déficit presupuestario que ha sido recurrente en los últimos 45 años. Desde una perspectiva clientelar, el presupuesto es usado como arma electoral, por lo que solo se habla de satisfacer peticiones de los demandantes de subsidios, empleos, bonificaciones y corruptelas que se acostumbra desde los gobiernos para pagar favores o comprar voluntades.

Esta visión parcial, impide que prestemos atención al aparato productivo, revisemos su operación e identifiquemos cuáles son las áreas en donde opera bien, donde falla y en que, incluso, opera en contra de sí mismo, frenando la velocidad de su operación.

Por ejemplo, nadie habla que somos parte de una sociedad económica que no tiene capacidad para producir ni siquiera lo que necesitamos para comer, vestir, divertirnos y pagar las deudas. La economía nacional opera bajo un sistema mercantilista en el que las reglas no son permanentes; el Estado de derecho depende del capricho de los gobernantes y el gran operador de contratos es el gobierno al que, para que honre sus obligaciones, hay que pagarle a funcionarios públicos bajo la mesa para que suelten los desembolsos.

En términos de mayor claridad, además hay que decir que más del 75% del sistema económico opera desde la “informalidad”, en una economía subterránea, en donde los pagos de impuestos se eluden con naturalidad porque los oficiales gubernamentales son considerados como enemigos de la libertad para producir y generar empleos.

Pero además es necesario reconocer que los mercados no son libres. En lo interno, el gobierno regula precios y en lo externo frena importaciones cuando le conviene mantener tranquilas a sus clientelas electorales. De modo que en Honduras, los empresarios no tienen libertad asegurada porque lo que es bueno en un período es malo en el otro. De forma que, frente a la inseguridad, la única alternativa es comprar al gobierno. Financiándolo, pagando coimas o siendo parte de él. Por arreglos políticos o vía casamientos entre las familias dominantes.

Aunque hemos casi agotado la crítica al gobierno, solo hay que agregar, por lo evidente y poco profesional del desempeño en el año que estamos por terminar, la incapacidad para ejecutar el gasto.

El problema no es “¿dónde está el dinero?”, sino que la incapacidad del gobierno para ejecutar las inversiones correspondientes o en el peor de los casos, porque no tiene voluntad de hacerlo.

De cara a estas cuestiones, es decir la debilidad del modelo económico y las fallas operativas de un gobierno poco profesional, tenemos dos alternativas: o nos estiramos de acuerdo con la cobija, aprobando un presupuesto similar al del cierre de este año fiscal, más un 11% por inflación; o seguimos haciéndonos los tontos y aprobamos el presupuesto deficitario que además de atractivo para la corrupción, comprometerá nuestro futuro y entregará el país a los acreedores que terminarán por cerrarnos las puertas.

Lo lógico es lo primero. Entregar fondos a un gobierno ineficiente, dirigido por personas incompetentes, que no respetan las señales de los mercados y que, además no atienden a las cifras; y en una tendencia suicida, esconden sus errores detrás de un método justificado en la búsqueda de la igualdad colectiva, siguiendo el camino equivocado, porque en vez de ir hacia arriba, nos llevan hacia la miseria general, es un suicidio. Por ello, alguien tiene que detenerlos.