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Por aquí pasó Monedero

  • 06 julio 2022 /

Por esta Honduras de “fusil y caza” pasó Juan Carlos Monedero, con su carita arrugada de niño, su maleta de ingenuidades teóricas, sus propuestas estrafalarias, y sus asesorías a gobiernos deslumbrados, para encaminarlos por la ruta del autoritarismo. Consolidando sus juicios embrionarios, en contra del imperialismo estadounidense, el papel de las Fuerzas Armadas, la resistencia de los medios; insistiendo en las diferencias estalinistas entre el gobierno y el poder, disimulando las distancias entre su comportamiento en España y el discurso volandero para auditorios que, todavía creen que usamos taparrabos, cambiando oro por espejitos, aceptando que solo piensan los madrileños, porque aquí somos huérfanos intelectuales que no conocemos a Tomás de Aquino, Maquiavelo, Lenin, Bosuet, Montesquieu, Tocqueville, Carrillo, Iglesias y al Quijote.

Habla anticipando que los oyentes son niños – cuando en realidad son ingenuos correligionarios que, igual que ante el discurso fúnebre, no tienen otra que la adhesión inevitable— que queriendo hacer la revolución, tiene la exclusividad de las reformas y los cambios que requieren estas sociedades, afectadas por las visiones de los conquistadores que crearon la base ideológica para los caudillos latinoamericanos que, consideran que el poder es un premio por sus luchas, ahora exaltados en Honduras, como lo fueron en el pasado montonero en las guerras civiles, obteniendo para los que lucharon protestando en las calles, el pasaporte inevitable para la colocación burocrática, el bienestar y la fortuna.

Es una lástima que Juan Carlos Monedero se haya quedado en eso. Repitiendo lo que todos sabemos, sin aportar nada al ejercicio crítico que les habría permitido a sus ilusionados admiradores diferenciar el socialismo democrático, del populismo y el autoritarismo. Porque de cara a la realidad del regreso al gobierno, donde fueron desalojados por los errores cometidos, les habría sido muy útil que Monedero contara el itinerario de Podemos, partido que fundara con Pablo Iglesias, Echenique e Irene Montero, que desde la calle llegó al Congreso y pactando con PSOE – que, bajo la dirección de Sánchez, vacila entre el socialismo democrático y el populismo autoritario— y que ahora, en el fragor de las tareas burocráticas, ha perdido el favor del electorado. Y solo tiene como futuro, la desaparición en las próximas legislaturas.

Esta memoria del fracaso y los errores es lo que debió enseñar a sus emocionados “alumnos” que, con alguna nostalgia del pasado colonial, creen que todavía desde España fluye el pensamiento de Unamuno, Baroja, Ortega y Gassett, Julián Marías y Xavier Xubiri. Aquí, ya dejamos el taparrabo que veían sus compatriotas en Darío, junto a la pluma del indígena irredento.

Nosotros, los latinoamericanos también reflexionamos y tenemos bastantes ideas sobre el caudillo, esa mezcla del jinete árabe, del segundón español y del chamán indígena que Octavio Paz señalara como síntesis que origina nuestras desgracias.

Pero si sus lecturas no llegan a tanto, por lo menos habría ayudado mucho a los jóvenes embobados que le escucharon, que compartiera sus experiencias democráticas en el sistema español, mostrando que España, pese a las diferencias entre sus intransigentes componentes, ha logrado, desde la dictadura franquista, la monarquía constitucional y la democracia representativa, colocarse dentro de la modernidad, sin caer en el atraso cubano; o, en las desgracias de la crisis venezolana.

En obligada reciprocidad, sin emolumentos y gastos de consultor, espero que cuando vaya a Madrid, me invite a su cátedra para enseñarles el otro lado de la moneda; y en justa hermandad del idioma común, me permita explicarle a sus alumnos, la visión que tenemos de la democracia española, criticar a su partido Podemos, explicando por qué perdió el favor del electorado.

¿O solo hablan ustedes, y nosotros latinoamericanos, callamos, obligatoriamente?

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