Cuando corremos despacio se logra trabajar en la zona aeróbica, es fundamental, ya que el oxígeno está presente en la función contráctil de los músculos; previo a generar el ácido láctico, lo cual pasa cuando se aumenta velocidad, y esto ayuda a mostrar a su organismo a ser eficiente y oxigenar mejor.
El trote lento ayuda para la pérdida de peso, ya que el cuerpo comienza a quemar grasa antes que agotar las reservas de glucógeno. Esto lleva a hacer uso de las grasas como fuente de energía y la fatiga llega más tarde, por lo cual podrás correr más.
Se ha comprobado que el trote lento ayuda a la actividad mitocondrial, las cuales son células que generan energía y reducen la frecuencia cardíaca basal, lo cual favorece la condición cardiovascular y disminuye el riesgo de lesiones, ya que no se somete el cuerpo a sobreesfuerzos o sobrecargas, lo cual facilita la recuperación.
Sir William Osler, uno de los médicos de la escuela de medicina Johns Hopkins, profesor emérito de medicina en Oxford y hecho caballero por el rey de Inglaterra, dijo: “Lo principal para nosotros es no ver lo que se halla vagamente a lo lejos, sino hacer lo que está claramente a manos”.
Jesús nos enseñó en el Sermón del Monte: Así, que no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. Basta a cada día su propio mal”. Mateo 6:34. RVR60. Cuando no sepas qué paso dar, confía en Dios y él te guiará, haz lo que está en tus manos.