La evidencia de la personalidad de doble ánimo es que siempre le acompaña la inquietud y confusión. Encontramos personas alegres y extrovertidas que caen en abstinencia y depresión, de ser trabajador y perfeccionista a comportarse con apatía y dejadez, la gentiliza y amabilidad se vuelve en ira y total desenfoque de personalidad.
La frase griega para doble ánimo es (dipsuchos), que significa literalmente “dos almas”: dis significa “dos” y psuche “mente”. Tener dos mentes es sinónimo de confusión; es decir, la falta de entendimiento, desequilibrio, pánico e incertidumbre. Las personas inconstantes tienen dificultad de crecer en relaciones estables, lo cual se asemeja a una tormenta de huracán, son impredecibles y cuando pasan dejan caos, miseria y destrucción, no son felices y no les gusta que lo sean los demás.
Por su paranoia, el deseo de defender su ego contra impulsos inconscientes, la megalomanía u obsesión por la fama, posición y poder generan una mala conducta de desprecio y rechazo. “La belleza es un estado de ánimo”: Emile Zola. Una causa evidente de la personalidad en doble ánimo es la indecisión, la cual se manifiesta en dilación, transigencia, confusión, olvido e indiferencia. Toda decisión allana el camino para el éxito o el fracaso; a una persona de doble ánimo le cuesta tomar decisiones y, cuando las toma, después está dudando de la misma.
“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida para que vivas tú y tu descendencia”: Deuteronomio 30:19. El doble ánimo tiene un impacto psicológico, espiritual, emocional y cognitivo sobre la mente, pero Jesús vino a liberar.