19/04/2024
09:46 AM

Más allá de la foto

Jorge Ramos Ávalos

Hay veces en la diplomacia en que basta con tomarse la foto, sonriendo y luego irse sin disfrutar de una larga comida.

Ese fue el caso de la reciente reunión de los presidentes de México y Estados Unidos. En su cuenta de Twitter, Andrés Manuel López Obrador puso tres fotografías en la oficina oval de la Casa Blanca con Joe Biden. En las tres aparecen con una sonrisa. El canciller mexicano Marcelo Ebrard también puso una de esas fotos en un tuit y escribió: “En resumen”.

​Exactamente.

Aunque el presidente mexicano expuso cinco puntos de cooperación -leyendo extrañamente un discurso en español de casi media hora frente a la prensa, mientras se lo traducían a un paciente Biden- y Estados Unidos comprometió a México a gastarse 1,500 millones de dólares en sus puestos fronterizos -algo que Donald Trump nunca logró-, lo importante fue que AMLO y Biden se vieran cara a cara. Esta reunión exprés -encajada horas antes del viaje de Biden al Medio Oriente- se da luego de que el presidente mexicano se rehusara a ir a la Cumbre de las Américas en Los Ángeles debido a que Biden no invitó a los dictadores de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Tras el desaire vino la reconciliación.

Las cosas, la verdad, le salieron bien a AMLO y a Joe Biden. No se acrecentaron las tensiones, hubo un trato muy respetuoso entre los dos mandatarios, AMLO tuvo un recibimiento calurosísimo por parte de cientos de mexicanos que lo siguieron en todas sus actividades en Washington, no se tuvo que desmantelar la Estatua de la Libertad y al final los presidentes dijeron lo de siempre: que van a trabajar juntos, etcétera, etcétera.

La asimétrica relación entre México y Estados Unidos está permanentemente plagada de problemas y desacuerdos. La historia pesa y se resiente: México perdió la mitad de su territorio tras la guerra de 1848. Y esa frontera entre ambos países, como lo dijo el escritor Carlos Fuentes, es en verdad una “cicatriz que sangra”.

Si algo tienen en común AMLO y Biden es que los dos son pro-inmigrantes y ninguno de los dos puede controlar lo que está pasando en la frontera.

Desde su balcón en el hotel Lombardy en la capital estadounidense, el presidente mexicano le gritó a un grupo de inmigrantes que se les “quiere muchísimo” y resaltó su masivo envío de remesas a México. En los primeros cuatro meses de este año, los mexicanos enviaron a su país más de 17,000 millones de dólares (un aumento del 17 por ciento respecto a 2021). ¿Cómo no quererlos si están sosteniendo a la golpeada economía mexicana después de la pandemia?

Por su parte, lo primero que hizo Biden al llegar a la Presidencia fue enviar una propuesta migratoria para legalizar a millones de indocumentados. Todo quedó en simbolismo, ya que en el Congreso no hay los votos necesarios para aprobarla. Pero Biden no es Trump. Y la política oficial es no deportar a las personas solo por ser indocumentadas, según anunció en septiembre el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas. Aunque la realidad es mucho más compleja y las deportaciones en la frontera continúan, Biden firmaría mañana mismo una reforma migratoria si le llegara a su escritorio.

El problema que tienen Biden y AMLO es que las olas migratorias los han desbordado. No pueden con ellas ni podrán. El hambre, la falta de oportunidades y el miedo a morir por el crimen es mucho más fuerte que el riesgo de cruzar el río Bravo/Grande, el desierto de Arizona o las montañas de California.

Lo lógico, lo normal, lo que indica la historia, es que la gente más pobre del continente (que vive en el sur) se va al país más rico (que está en el norte y donde hay mejores trabajos, escuelas y servicios médicos).

En el mes de mayo cruzaron ilegalmente 239,000 personas de México hacia Estados Unidos. Más que los 234,000 que cruzaron en abril.

Son cifras sin precedentes. Ahora multipliquen cualquiera de esas cifras por 12 y verán lo que se espera este año.

La realidad es que ni Biden ni AMLO pueden controlar esos flujos migratorios. Son mucho más grandes y poderosos que cualquier muro, que cualquier patrulla fronteriza o guardia nacional, que cualquier ley y que cualquier pacto de cooperación. La realidad en la frontera, tenemos que reconocerlo, es abrumadora. Millones seguirán llegando con y sin documentos. Controlar totalmente la migración es imposible. Lo más realista es tratar de manejarla y, quizá, reducirla un poco. Eso es todo.

Eso lo saben AMLO y Biden, y por eso se necesitan mutuamente.

Luego de la reunión presidencial en la Casa Blanca, le pregunté a Juan González -uno de los principales asesores sobre América Latina para el presidente Biden dentro del Consejo Nacional de Seguridad- cómo describiría la relación entre México y Estados Unidos, y me contestó: “Es necesaria y es una de las relaciones más importantes que nosotros tenemos, sin importar el tema”. No dijo amistosa, maravillosa o ejemplar. Dijo “necesaria”.

Eso es. México y Estados Unidos se necesitan. Biden y AMLO se necesitan. Como dos vecinos que saben que ninguno se va a mudar de casa. Por eso posaron muy alegres en esas fotos. Porque, en realidad, no tienen más remedio que llevarse bien.

Cuando terminó su reunión con Biden, un grupo de reporteros internacionales estábamos esperando al presidente López Obrador a las afueras de la oficina oval dentro de los predios de la Casa Blanca.

Teníamos muchas preguntas para AMLO, pero ciertamente no iba a ser el mismo formato amable de una “mañanera” para el presidente.

Y le pedimos que se acercara para conversar. Nos vio. Nos saludó de lejitos y sin pensarlo mucho se metió en una camioneta negra protegida por el servicio secreto de Estados Unidos. Lo vi pasar frente a nosotros, a unos dos metros, detrás de su vidrio polarizado. Seguía saludando con la mano.