En los días posteriores descubrí en el libro verdades que cambiaron mi vida. Nadie puede decir con certeza quiénes construyeron estas magníficas catedrales, no se tiene registro de sus nombres. Estos constructores trabajaron toda su vida en una obra que nunca verían terminada. Su pasión por el trabajo era alimentada por su fe y por la convicción de que nada escapa a la mirada de Dios.
Cuando terminé el libro, todo tuvo sentido, fue como si escuchara la voz de Dios murmurando en mi oído: ya ves, hijita, ningún esfuerzo o sacrificio que haces pasa desapercibido a mis ojos, aun cuando estés realizando tus labores en soledad; ningún botón que pegues, ninguna malteada de chocolate que hagas es un acto demasiado pequeño para que yo no lo vea y eso me haga sonreír. Estás construyendo una gran catedral, solo que ahora no puedes ver en lo que tus esfuerzos se convertirán.
Cuando pienso en eso solo deseo que cuando mi hijo invite a sus amigos a la casa les diga: te invito a mi casa porque ahí te la vas a pasar muy bien. Mientras laboramos no podemos estar absolutamente seguras si lo estamos haciendo bien, pero un día es muy posible que el mundo se maraville no solo por lo que habremos construido, sino por el bien y la belleza que habremos aportado, por todo el trabajo silencioso de las madres invisibles.
Una madre es alguien tan especial que hasta el mismo Dios se hizo hombre para tener una. Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mamá... Muchas bendiciones, madres hondureñas, campeonas...