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Los amarilis y el cambio climático

  • 14 junio 2022 /

Los amarilis del patio de mi casa han florecido. La época normal en que nos regalan sus lindas flores es enero y febrero de cada año, pero en esta ocasión han ofrecido la fiesta de sus colores en fechas inusuales.

Las plantas no saben en qué época del año están. Los cafetos no florecen en la época en que deberían. Muchas otras cosas ocurren al margen del calendario usual de la vida de las plantas de nuestro país; por ejemplo, el membrillero de mi primo Rubén, en Siguatepeque, que le regalé hace más de una década, había dejado de fructificar. Este año, sorprendentemente, produjo un membrillo.

Hace unos años, cuando viajaba a la aldea de Tolobre con Conrado Zumelzu, de la tierra de Neruda, para atender a embarazadas, pasaba por San Lucas, lugar de membrillos, pero las matas dejaron de producir. Habrá que saber si, junto con el membrillero de mi primo, los de San Lucas han reanudado la fructificación. Desde hace unos seis años, también, se han presentado grandes problemas en la producción cafetalera del país.

Todo provocado por la lluvia en exceso, un año; otro, por la sequía; otro más, por la roya...

Leí en un informe de la FAO que el cultivo del café tiene la posibilidad de sostenerse apenas por unos 10 años más en Honduras debido a la transformación del clima. Y he visto al Ihcafé, como prevención, en la promoción del cultivo del aguacate para sustituir las fincas cafetaleras.

En la franja seca hemos tenido en los últimos años problemas en la producción de maíz y de frijoles, la alimentación básica de los hondureños. Todos estos cambios inesperados en el comportamiento de las plantas indudablemente se deben a los cambios climáticos, producidos por la intervención humana o porque se trata de un ciclo natural del clima en la tierra.

La imposibilidad de seguir con los cultivos tradicionales, maíz y frijoles y posiblemente café, si las cosas del clima siguen como van, está en la mira y la conciencia de la SAG, o simplemente se dedicará a remediar entuertos al empujar a los campesinos a que sigan practicando una agricultura de subsistencia a medias –las siembras de maíz y de frijoles no satisfacen siquiera las necesidades alimentarias de las familias pobres durante un año porque las parcelas que cultivan son minifundios.

Los taiwaneses con sus misiones –y no el Gobierno- son más acertados frente a esta situación preocupante. Primero impulsaron el cultivo de hortalizas orientales en el valle de Comayagua y la crianza de tilapias en varias regiones del país. Ahora tienen un centro de apoyo en La Esperanza para el cultivo de la papa y de aguacate. Y en el sur impulsan el ajonjolí, una planta resistente a la sequía y de gran demanda internacional.

La SAG manda a los campesinos a sembrar maíz y frijoles, cultivos que realizan mediante las técnicas precolombinas con un güisute, pero esos cultivos no son capaces de sacar de la pobreza y la miseria a estos hombres y sus familias.

Es imprescindible y necesario que la SAG comience a ver más allá de sus narices y experimente cultivos nuevos de gran productividad y rendimiento económico para sustituir los cultivos tradicionales, que no serán viables debido al cambio climático.

Ahí están los pistachos, los olivos, el marañón y el ajonjolí para tierras secas; la palma datilera para las tierras arenosas de la costa norte, la macadamia para sustituir al café; los almendros para las tierras frías, y el mejoramiento de las actuales variedades de melocotones y ciruelas. Todo esto sin olvidar los maderables como el pino y la caoba y otras especies nativas y foráneas que podríamos introducir luego de estudios científicos.

¿Está preparada la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG) para enfrentar este cambio climático?