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¿Hospitales o salud preventiva?

  • 07 junio 2022 /

Al doctor José Manuel Matheu le conocí en la Facultad de Ciencias Médicas cuando cursaba Neuroanatomía. Era buen alumno. Ahora, la presidenta Xiomara Castro le ha designado Secretario de Estado en los Despachos de Salud, renglón que requerirá de muchísima sapiencia para superar los problemas de salud del pueblo. Le felicito por tal designación. Pero, ahora quiero expresarle mis dudas acerca de lo que él ha expuesto como su proyecto de salud del pueblo hondureño. Leí una entrevista en la cual el doctor Matheu establece como su prioridad, en el abordaje de la salud nacional, el mantener abiertos los hospitales y los demás establecimientos de salud las 24 horas del día. En esa entrevista nos dice que tiene claro lo que va a hacer: construir hospitales, asegurar la dotación de medicamentos, ofrecer una atención médica adecuada y unificar el sistema de salud. El país debe tener una adecuada infraestructura de salud: hospitales nacionales, hospitales regionales, centros de salud urbanos y rurales, pero también una oferta adecuada de medicamentos, mejorar la actitud del personal de salud hacia los usuarios y velar por la honrada administración de los bienes del pueblo destinados a la salud pública.

Un médico mexicano, el Dr. Ruy Pérez Tamayo, es el autor de un interesantísimo libro titulado: “La patología de la pobreza”, que reseña la trascendencia de la salud pública enfrentada con los problemas de las enfermedades ligadas a la pobreza. Esta visión fue abordada, con gran éxito, por el doctor Enrique Aguilar Paz (en estos momentos enfermo y a quien le deseo una pronta recuperación). Tras estos enfoques novedosos estaba el doctor Carlos Godoy Arteaga, en gran medida, el ideólogo de esta importante iniciativa. El objetivo era comprometer a las comunidades en la obligación de incorporarse en la tarea de lograr todas las condiciones necesarias para la prevención y conservación de la salud: eso comprendía los esfuerzos por dotar a las comunidades de agua saludable, de promover una adecuada nutrición con los recursos propios de cada comunidad, de promover la inmunización de todos los niños, de cuidar el embarazo, al recién nacido y la infancia, la niñez y la adolescencia y educar en los cuidados de la higiene y el manejo de las excretas y la basura. Para tales tareas se hacía necesario que las comunidades asumieran la conducción de estas actividades en sus aldeas y barrios y se sintieran plenamente identificados con las obligaciones que les traerían la conservación de la salud.

Cuando el doctor Aguilar Paz dirigía la salud del país, se ofrecían las parteras empíricas, los representantes de salud, las enfermeras auxiliares y los guardianes de salud, muchos de ellos analfabetos. La idea era que estos personajes fueran sustituidos por profesionales de mayor capacidad académica, sin olvidar el aporte comunitario. A estas alturas tuviésemos médicos en todas las comunidades, las parteras empíricas estarían convertidas en enfermeras obstétricas, pediátricas y de atención geriátrica, ahora tendríamos instalaciones sanitarias modernas y suficientes en calidad y demanda.

Pero todo eso se abandonó. Como consecuencia, tenemos esta situación de la salud del pueblo que muere mayormente de enfermedades prevenibles que no requieren de hospitales para su tratamiento. ¿Qué ganará el sistema de salud con atender a un niño que llegó al hospital con diarrea por haber consumido agua contaminada, al que se le atenderá con calidez, se le suministrarán los medicamentos, pero que al retornar a su casa volverá a sumergirse en las mismas condiciones que generan la enfermedad, la que Pérez Tamayo caracterizó como la enfermedad de la pobreza? Nadie vaya a entender que propongo no dar medicina curativa. Pero centrarse en la salud curativa y olvidar la salud preventiva, nos conducirá a un círculo vicioso que no asegurará la superación de la patología de la pobreza.