Oponerse a cualquier decisión o estar en desacuerdo con algo sin mayor razón, no se puede considerar oposición, debemos tenerlo claro. La gobernabilidad es un concepto solo esgrimido de vez en cuando para tratar de desprestigiar a los disidentes, pero gobernabilidad es más que una estrategia para desacreditar al contrario; es cierto, se entiende como la capacidad estatal de resolver los problemas en una sociedad con muchos problemas, pero también es que el Estado tenga la capacidad de diseñar y ejecutar políticas públicas con eficiencia y eficacia. No se trata, entonces, solo de equilibrar la balanza de poder, se trata también de ser capaces de ofrecer soluciones por la vía del Estado que resuelvan los problemas que aquejan a la sociedad, aspecto pocas veces discutido.
Se anticipaba que este Gobierno, incluido el Congreso Nacional, sería muy particular en muchos sentidos, más pluralidad de ideas, más pluralidad políticas y posiciones no siempre fáciles de conciliar. Y en un ambiente como este, lo más seguro era esperar alianzas. Pero estas alianzas también tienen un costo político para quienes las integran. Ese costo político lo refleja la frialdad de los números que no dejan lugar para engaños, que tienen un alto costo político es claro, pero también un costo traducido monetariamente en las decisiones que se toman basadas en esas alianzas. Así que estamos ante un Congreso que puede dar visos de exhibicionismo, de altura y de trifulca constantemente.
Empero, los legisladores deben ser conscientes que la población está observando y tomando nota, ya que no siempre una actitud confrontativa es siempre la mejor forma de plantar cara a una situación. El electorado hondureño ha demostrado ser conservador y tener valores bastantes arraigados hacia el conservadurismo, así que las situaciones fuera de tono no siempre serán bien vistas por la población; aunque exista un segmento que es capaz de ponerlas en el lugar y contexto correcto, es justamente, ese sector también el que puede considerarse el “voto pensante”. Este nuevo contexto político puede hacer que este período de gobierno se convierta en una prueba democrática o en un desorden de altura, cualquiera de las dos opciones son reales.
O los legisladores son capaces de mostrarle al pueblo que la democracia es justamente eso, el juego de ideas, de propuestas y contrapropuestas, antes de que el electorado decida segmentar todavía más el teclado político del Congreso, remitiendo a las curules la mayor cantidad de independientes en el próximo período.
Porque es interesante reconocer la segmentación que hizo el electorado, agregando un poco de cada tendencia, pero sin dejarle una mayoría absoluta a ninguna de las fuerzas políticas en contienda, por lo que la próxima elección, si el sistema democrático se fortalece, podría estar decidida por las candidaturas independientes, donde ya no domina ni una ideología, sino un pensamiento único, particular de una persona independiente.
Tal vez la regla básica de la política debe ser otra vez reconocida e implementada, saber negociar. Y hay motivos para tener que hacerlo, ya que de esto podría depender no solo la gobernabilidad, sino también la culminación del periodo de gobierno del presidente de la República.
