11/07/2025
06:24 PM

Entre la agonía y reciclaje

Esa parece ser la encrucijada en que se encuentra actualmente el viejo y ya gastado sistema político bipartidista en Honduras. Más de uno, presa de un excesivo optimismo, proclama la muerte definitiva del esquema bipartidista. Otros, más cautelosos y prudentes, se resignan con advertir su agonía y definitivo desgaste. Pero, de todas maneras, sin conceder plenamente la razón a nos o a otros, lo cierto es que estamos presenciando un curioso proceso de reacomodo y reciclaje de las antiguas estructuras bipartidistas en nuestro país.

Sin duda alguna que el golpe de Estado del 28 de junio de 2009 fue, sin pretenderlo sus patrocinadores, un mazazo demoledor sobre la balanza del equilibrio bipartidista. Se rompieron bruscamente sus gastados resortes y el engranaje que lo sostenía quedó seriamente dañado. Reconstruir el equilibrio y devolverle al sistema viabilidad suficiente para salir de la crisis era casi imposible. Por mucho que se esforzaron los actores políticos involucrados, la solución parecía inalcanzable. Recuerdo muy bien las tensiones y crispación política de los ajetreados días de la negociación del llamado Acuerdo Tegucigalpa / San José en octubre de 2009. Tanto los enviados de Washington como los representantes de la Organización de Estados Americanos no podían esconder sus ansias y obsesión por reconstruir el andamiaje y permitir elecciones en los plazos ya establecidos, es decir en noviembre de 2009. Era su reclamo más urgente, casi desesperado. En privado, lamentaban con molestia la ausencia del antiguo balance político. Criticaban la estupidez de haberlo roto sin asegurar las piezas del recambio. Tarea imposible a esas alturas. Y por eso, una de las preocupaciones más notorias que se advierte en el texto del Acuerdo es precisamente la celebración de elecciones en noviembre de 2009. Se consideraba que el torneo electoral sería el punto de partida para encontrar una salida manejable de la difícil situación política en que estaba sumido el país. Las elecciones eran consideradas como la puerta apropiada, de hecho, la única puerta, por la cual la sociedad hondureña podría escapar de la encrucijada terrible en que la habían colocado los protagonistas de la crisis. Tarea casi imposible entonces. En virtud de estos hechos, no es ni puede ser casual que, una vez instalado el gobierno del Presidente Porfirio Lobo, una de las principales preocupaciones fuera la de reconstruir el equilibrio perdido y devolver a sus actores la influencia y los roles tradicionales del pasado. Había que devolverle el aliento y la fuerza de antaño al sistema bipartidista. Tarea incierta, sin duda.

Las recientes elecciones del pasado noviembre de 2013 dieron una respuesta contundente a las viejas angustias y nuevas pretensiones. La proliferación de opciones y el surgimiento de nuevas ofertas electorales, algunas con marcado énfasis en el cambio y la transformación política y social del país, estimularon profundos cambios en la geografía electoral y abrieron puertas inéditas e insospechadas en el escenario político nacional. El viejo bipartidismo sufrió otro mazazo en sus estructuras tradicionales y ha quedado muy maltrecho y vacilante. Y, precisamente por eso, sus partidarios buscan la forma de reciclarlo y reconfigurar sus eslabones de funcionamiento. Las alianzas parlamentarias de los viejos actores políticos son el mejor ejemplo de lo que aquí afirmamos. Su conformación, sin importar la profundidad y duración, refleja el afán de reconstruir el añorado equilibrio político de la Honduras anterior al 28 J. ¿Podrán esas alianzas insuflar el oxígeno suficiente para devolverle aliento y vida al desfalleciente bipartidismo? No parece realmente posible, aunque algunos sucumban al optimismo del pasado y crean que sí. El reciclaje de los sistemas bipartidistas no es algo nuevo ni específicamente propio de la experiencia hondureña. Se produce, con su singularidad y características históricas propias, en los países vecinos, especialmente en Nicaragua y El Salvador. Guatemala es caso aparte, con un sistema de partidos tan volátil e inestable que aparece y desaparece cada fecha de elecciones. Costa Rica parece estar inaugurando una nueva fase de su historia política con el avasallador triunfo de Luis Guillermo Solís, candidato de un verdadero PAC.

Y aquí, en nuestro bucólico y casi provinciano escenario, ¿será posible sacar adelante el esfuerzo reciclador y librar de su agonía al bipartidismo tradicional? Lo sabremos muy pronto, cuando llegue el momento de las nuevas pruebas de fuego en torno a las reformas de la Constitución. Entonces sabremos con certeza ¿qué hacer con el bipartidismo: se le entierra o se embalsama?