23/04/2024
05:55 AM

Divorcio contencioso

Sergio Banegas

Este episodio de ruptura política se veía venir hace mucho tiempo. La inestabilidad emocional de Salvador Nasralla junto a la usurpación de funciones gubernamentales de Manuel Zelaya ha llevado a lo inevitable: divorcio contencioso entre las partes. Es patético observar el escenario político de nuestro país, después de unas elecciones limpias en las cuales de manera abrumadora se eligió a la primera mujer presidenta, nueve meses después no hay señales de alumbramiento y de arranque, sino de estancamiento y de mirar en demasía por el retrovisor.

Es evidente que se recibió un Estado saqueado y en lipidia, pero no se puede cantar esa canción como justificante de manera perenne, es necesario que las estrategias y la visión (si es que las hay) comiencen a ejecutarse para medir resultados de impacto social de manera concreta y visible.

Esta separación resulta después del engaño del señor de la televisión de creerse el “segundo a bordo”, nada más alejado de la verdad pues la Constitución de la República no establece ninguna línea jerárquica entre los designados presidenciales ni mucho menos.

Este escenario de interminable confrontación no permite estabilidad social y económica para que el Gobierno realmente atienda los grandísimos problemas y desafíos estructurales que asedian al país por todos los francos. No existe gobernabilidad ni gobernanza, pues los funcionarios están dedicados a apagar fuegos y a contestar por redes sociales a los opositores.

Y al ver la otra acera el panorama es aún más patético al observar las mismas caras de Bermúdez, Zambrano, los chocoyos, Chávez, y resto de compañía vociferar, pero sin ninguna resonancia real, pues están acéfalos de toda autoridad ética y moral para señalar. Así pues la polarización y rupturas políticas, divisionismo y distintas concepciones son evidentes desde las mismas entrañas del Gobierno, así también en todo el panorama político y social de la nación. De esa manera el desarrollo es solo una visión alejada y que se diluye cada día en la confrontación caníbal de nuestros políticos.