“No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario” (Benedicto XVI) Muchas veces nos sentimos dependientes de algo o de alguien, consciente o inconscientemente seguimos patrones ya definidos; esto a pesar de que la sociedad actual levanta constantemente la bandera de la “libertad” en todos los ámbitos de la vida. Pero, los que nos decimos cristianos, es decir, discípulos de Jesucristo, sabemos que solo podemos ser libres de cara a Dios. Hay una dependencia de mi ser “creatura” con respecto a mi Creador.
El Concilio Vaticano II nos ha dicho: “El misterio del hombre se entiende solo a la luz del Verbo encarnado”. Esta cita conciliar y la “frase” del papa emérito nos ayudan a comprender el sentido de dependencia humana en referencia a Dios, y como cuando reconocemos las propias limitaciones delante de él, es que en verdad comenzamos a “ser” auténticamente hombres. Somos criaturas, asimilar esta gran verdad y vivir desde ella nos abre al abismo infinito del amor de Dios, pues hemos sido creados, y nuestra existencia depende única y exclusivamente de él. Ante la “situación” de pandemia que vive nuestro planeta y más concretamente nuestra Honduras, cuán necesario es poder descansar en estas verdades. El papa Benedicto XVI nos ha recordado que cada uno de nosotros ha sido pensado por Dios, querido y amado…estamos en sus manos amorosas. Sometámonos, pues por amor, al gobierno y la soberanía de Dios en nuestras vidas. Vivamos desde la convicción de que el
Creador está siempre a nuestro lado. Dios no es un sentimiento, no es una idea, no es una teoría, él es un ser personal que actúa, que se manifiesta, se comunica e interviene en la historia. Esta intervención divina se da a todos los niveles: en lo personal, en lo familiar y en la colectividad. Dios opera de modos, estilos y formas diversas, y cuando el ser humano abre la vida a su acción encuentra el verdadero sentido de la propia existencia. Los días que nos han pedido de “encierro” nos pueden ayudar a afianzar la fe, el amor y el seguimiento de Dios. Es fácil entrar en pánico, es natural sentir miedo; pero los cristianos no vamos por la vida a tientas: ¡No!, nuestra brújula es el Evangelio, nos empuja y guía el Espíritu Santo, conduciéndonos en todo tiempo y bajo cualquier circunstancia hacia la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios, nuestro Salvador.
Es momento y tiempo oportuno para clarificar nuestra fe, revisar nuestras convicciones y afianzar nuestras bases. Solo reconociendo la soberanía de Dios en mi vida, en mi familia, en la comunidad y en la historia podremos encontrar paz y razones para seguir creyendo, seguir esperando y, en suma, seguir con la mirada puesta al cielo, de donde nos viene el auxilio, pero también con los pies en la tierra donde tenemos que librar nuestras propias batallas.
En Dios nuestro Creador está puesta nuestra fe y nuestra esperanza; nosotros solo somos criaturas, creaturas amadas, creaturas queridas, creaturas pensadas por él desde la eternidad. Aunque las noticias humanamente no sean esperanzadoras, nosotros sabemos en quién está nuestra vida. Así lo creemos, así lo vivimos, así lo seguiremos esperando. Dependemos de él (Dios) y para él somos necesarios.
El Concilio Vaticano II nos ha dicho: “El misterio del hombre se entiende solo a la luz del Verbo encarnado”. Esta cita conciliar y la “frase” del papa emérito nos ayudan a comprender el sentido de dependencia humana en referencia a Dios, y como cuando reconocemos las propias limitaciones delante de él, es que en verdad comenzamos a “ser” auténticamente hombres. Somos criaturas, asimilar esta gran verdad y vivir desde ella nos abre al abismo infinito del amor de Dios, pues hemos sido creados, y nuestra existencia depende única y exclusivamente de él. Ante la “situación” de pandemia que vive nuestro planeta y más concretamente nuestra Honduras, cuán necesario es poder descansar en estas verdades. El papa Benedicto XVI nos ha recordado que cada uno de nosotros ha sido pensado por Dios, querido y amado…estamos en sus manos amorosas. Sometámonos, pues por amor, al gobierno y la soberanía de Dios en nuestras vidas. Vivamos desde la convicción de que el
Creador está siempre a nuestro lado. Dios no es un sentimiento, no es una idea, no es una teoría, él es un ser personal que actúa, que se manifiesta, se comunica e interviene en la historia. Esta intervención divina se da a todos los niveles: en lo personal, en lo familiar y en la colectividad. Dios opera de modos, estilos y formas diversas, y cuando el ser humano abre la vida a su acción encuentra el verdadero sentido de la propia existencia. Los días que nos han pedido de “encierro” nos pueden ayudar a afianzar la fe, el amor y el seguimiento de Dios. Es fácil entrar en pánico, es natural sentir miedo; pero los cristianos no vamos por la vida a tientas: ¡No!, nuestra brújula es el Evangelio, nos empuja y guía el Espíritu Santo, conduciéndonos en todo tiempo y bajo cualquier circunstancia hacia la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios, nuestro Salvador.
Es momento y tiempo oportuno para clarificar nuestra fe, revisar nuestras convicciones y afianzar nuestras bases. Solo reconociendo la soberanía de Dios en mi vida, en mi familia, en la comunidad y en la historia podremos encontrar paz y razones para seguir creyendo, seguir esperando y, en suma, seguir con la mirada puesta al cielo, de donde nos viene el auxilio, pero también con los pies en la tierra donde tenemos que librar nuestras propias batallas.
En Dios nuestro Creador está puesta nuestra fe y nuestra esperanza; nosotros solo somos criaturas, creaturas amadas, creaturas queridas, creaturas pensadas por él desde la eternidad. Aunque las noticias humanamente no sean esperanzadoras, nosotros sabemos en quién está nuestra vida. Así lo creemos, así lo vivimos, así lo seguiremos esperando. Dependemos de él (Dios) y para él somos necesarios.