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Caridad o acción estatal

  • 03 enero 2023 /

La presidenta Xiomara Castro, a quien le he dado el voto y en quien confío, movida por el espíritu navideño y caritativo, ha enviado a los ministros a que se sitúen en las esquinas de la ciudad y repartan comida a los pobres y desvalidos con motivo de las fiestas de Navidad. Como reacción a esta noticia, mi compañero en la Facultad de Ciencias Médicas de la Unah, el Dr. Julio César Arita, ha comentado que la Madre Teresa de Calcuta estaría con una enorme sonrisa con motivo de esta medida, pero que Karl Marx derramaría lágrimas.

Lo cierto es que el hambre, la pobreza y la miseria no se resuelven con posturas apostólicas. La situación de desigualdad que se vive en Honduras es el resultado de la inequidad que han impuesto las élites gobernantes de estas tierras desde mucho antes de que se proclamara la independencia y superarlas requiere que se emprendan medidas drásticas y radicales que permitan una mejor distribución de la riqueza, acompañando a estas acciones un impulso grandísimo a los programas educativos y de salud. Superar la pobreza y erradicar la miseria fueron dos promesas durante la campaña electoral y es lógico que las masas se definieran por el partido Libre, que por sus planteamientos programáticos se vincula mucho más con las aspiraciones de las mayorías nacionales.

Sin embargo, mandar a los ministros a hacer caridad no resuelve el problema, sino más bien conduce al despilfarro de los escasos recursos con que cuenta el Estado para asumir estos retos de manera más realista y eficaz.

Los ministros, en vez de estar en las esquinas repartiendo tamales o bolsas solidarias, como se les ha llamado a estos amagos de ayuda, deberían estar en un salón gubernamental profundizando en un programa que en realidad enfrente a la pobreza y a la miseria, deberían estar redactando un proyecto de ley que enfrente todas esas desgracias para superar la pobreza y la miseria que atormentan a la mayoría de los hondureños.

El socialismo real que se puso en práctica en la Unión Soviética, si es cierto que fracasó políticamente, no es verdad que quedó descalificado, porque fue en ese régimen en el cual se pusieron en la práctica los más importantes avances que han favorecido a la clase obrera y campesina en su lucha por reivindicaciones esenciales, muchas de las cuales ahora gozan a medias los proletarios hondureños: derecho a la sindicalización, derecho a la atención sanitaria, derecho a una educación de calidad, jornada de 8 horas y el pago doble de las horas extras, igualdad de género y muchas más que ahora se debaten con motivo de los 100 años de fundación de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS).

El enfrentamiento de la pobreza y la miseria requieren un enfoque integral y coordinado, pero esencialmente la creación de oportunidades de trabajo para que los pobres tengan acceso a ganarse la vida de manera digna, una vida sin sobresaltos y sin carencias que impidan su curso feliz y lleno de progresos y avances. Una vida que no requiera de la caridad.

Lo cierto es que lo planteado en la obra de Marx no solo es aplicable en el comunismo. No, también puede ser el fundamento de medidas tomadas en el capitalismo que no sea salvaje, que tenga rostro humano, que no es más que el socialismo del siglo XXI, meta a la cual nos encaminamos, según los discursos de la campaña.

No puede faltar una medida que impida que los niños sean utilizados por los padres para andar de mendigos; ni que haya madres con niños en sus brazos que piden para comer, ni personas que viven y duermen en las calles, ni niños que no van a la escuela, ni discapacitados explotados, ni campesinos sin tierra, ni obreros sin trabajo, ni compatriotas que exponen su vida en busca de un país en donde vivir mejor, sin que provoquen ninguna conmiseración a los ministros de Estado que además están bien remunerados.

Repartir tamales en un día cualquiera es un acto de caridad, pero el Estado no es una institución confesional. El Estado es el organismo laico que los ciudadanos han construido para que dirija las acciones de la nación hacia el progreso y hacia el logro de la felicidad de todos mediante el trabajo y la producción a los que deben tener acceso, también, todos. Y estas, y no otras, deben ser las preocupaciones de ministros y funcionarios públicos.

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