27/03/2024
10:55 AM

Aferrarse a Dios

Salomón Melgares Jr.

La inscripción del salmo 63 nos revela dos datos importantes: el nombre del autor, David, y el entorno que le rodeaba, el desierto de Judá.

No se revela, sin embargo, las circunstancias bajo las cuales el salmo fue escrito.

De acuerdo con los versados, la situación más probable es la sublevación del hijo de David, Absalón, que ocasionó que el rey huyera hacia el desierto.

“Entonces David le dijo a todos los asistentes y consejeros que estaban con él en Jerusalén: ‘Vámonos de aquí, pues de lo contrario ya no podremos escapar. En cualquier momento Absalón va a atacar la ciudad, y nos matará’” (2 Samuel 15:13).

Cruzó entonces David con toda su gente el arroyo de Cedrón, y comenzaron a subir por el Monte de los Olivos hacia el desierto. Todos ellos iban llorando, y con la cabeza cubierta y descalzos (v. 23). Huía así el rey de un hijo al que amaba mucho y por quien, después de su muerte, lloraría amargamente y se lamentaría profundamente (2 Samuel 18:33-19:4).El teólogo Agustín escribió en una oportunidad refiriéndose a Dios: “Nos has hecho tuyos, y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti”.

Eso es, precisamente, lo que escribió el rey David mientras huía de sus perseguidores: “Dios mío, tú eres mi Dios. Con ansias te busco desde que amanece, como quien busca una fuente en el más ardiente desierto.

¡Quiero verte en tu santuario, y contemplar tu poder y tu grandeza! Más que vivir, prefiero que me ames” (Salmos 63:1-3 TLA).Y eso es lo sublime, querido lector: en medio de un tiempo de extrema dificultad, David encontró fuerza para invocar y aferrarse a Dios, y le alabó porque nada se compara con conocerlo y tenerlo de su lado.

¡Mientras viva te alabaré! ¡Alzaré mis manos para alabarte!... ¡Eso me dejará más satisfecho que la comida más deliciosa!” (vv. 4-5).¡Que así sea, pues, en nuestra vida también!