¿Mandará Dios a las personas al infierno? Este es quizá uno de los más grandes malentendidos que se desprenden de los datos bíblicos. Juan Stam aclara que existe una visión generalizada del juicio final en los términos del infierno de Dante o de la pintura de Miguel ángel en la capilla Sixtina: un Cristo severo que empuja por la fuerza a las almas condenadas al lago de fuego.
Pero no, como bien dijera C. S. Lewis, todos los que irán al infierno lo harán por propia voluntad. Lewis ilustra esto en uno de sus libros mediante la siguiente parábola. Los impíos llegan primero al infierno, un lugar árido y gris. Después, una especie de aerobús (jumbo jet) lleva a los que quieran al cielo para que puedan pasear por él libremente. Sin embargo, el cielo no les parece para nada y prefieren el infierno. Ellos quieren ser el centro de todo, y no lo pueden ser en el cielo. Lo que buscan y por lo que viven no lo encuentran ahí. Entonces, el mismo transporte hace el viaje de regreso al infierno y la gente hace fila para abordarlo. Al final, Lewis hace la reflexión: existen solo dos tipos de personas. Los que le dicen a Dios “hágase tu voluntad” y aquellos otros a los que Dios dice: “hágase tu voluntad”.
En 1979, la banda de rock AC/DC sacó la canción “Highway to hell” (Autopista al infierno). Y aunque los miembros de la banda aclararon que la letra no tenía nada que ver con satanismo o magia negra, quizá no se percataron de que implícitamente la canción refleja literalmente lo que es el verdadero infierno. “Vivir fácil, vivir libre… nadie me va a frenar… no hay señales de alto… ¡voy en camino a la tierra prometida!... estoy en la carretera al infierno”.
El infierno será ese lugar donde cada uno de sus habitantes hará lo que le dé la gana (y así por la eternidad). Un mundo lleno de egoísmo, orgullo, caos y descontrol. ¿Quiere usted subirse a ese aerobús o recorrer esa autopista? Es su decisión.