El 28 de diciembre del 2013 falleció mi padre, Aníbal Delgado Fiallos, librando su última batalla. Acompañado del amor de mi madre y el de nosotros sus hijos, en su casa de habitación transcurrieron sus últimos momentos por este mundo. Junto a él, aferrados a su cuerpo, fuimos alivio a sus penas hasta el último suspiro.
Llegó el fin de su existencia física, dejando una profunda huella entre nosotros. Pudo haber dicho misión cumplida sin equivocarse. Sus lecciones fueron con palabras, pero sobre todo con hechos. Recuerdo así su voluntad inquebrantable demostrada en el trabajo, el estudio y la enfermedad. Fue su regla básica el respeto a las demás personas, a sus opiniones y a su dignidad, la cual cumplió tanto en la vida privada como en la pública. Fue su costumbre la lucha disciplinada y entusiasta para emprender exitosamente tareas. Fue una de sus características ser sensible a los problemas de los más necesitados, quedando plasmada una y otra vez en sus acciones. Fue sobre todas las cosas honesto.
A través de su testimonio de palabra y acción diaria pudimos no solamente conocer a un padre, sino a un patriota que desde la posición que le tocara se convertía en un maestro transmitiendo ideales y arriesgando la vida con sus acciones. Trabajó en la política y en la academia para ver a nuestro país en algún futuro cercano menos empobrecido, menos cruel, menos injusto. Lo recordaremos impulsando la autonomía universitaria como joven universitario apasionado; impulsando la reforma universitaria por muchas décadas como docente y funcionario para convertir la academia en un centro de estudio, investigación y de servicio del país. Mi padre estará en nuestro recuerdo advirtiendo sobre la necesidad de políticos con alas en los pies y fuego en el corazón para emprender sin oportunismos las grandes tareas en las que necesita avanzar el país. No podremos mencionar su nombre sin mencionar su trabajo para mejorar el acceso directo a tierras aptas para las etnias y los campesinos del país. Tampoco podrá estar ajena a su nombre esa vocación por la investigación económica y social que lo condujo al enaltecimiento de los valores nacionales y el análisis del acontecer nacional a través de numerosas publicaciones a lo largo de su vida.
Por todo lo anterior, no necesitaba de arrebatos, ya que a través de muchos años de vida dejó demostrada la esencia de su pensamiento revolucionario y democrático, su orientación preferencial por los más pobres y necesitados de este país.
Ahora, después de su paso por este mundo, desde aquí podré ver todas las noches una nueva estrella, que desde lo alto, brillante y permanente, como un testimonio de luchas e ideales nobles, guiará mi camino y el de muchos buenos hondureños en su lucha por un mejor país. Me uno a todos sus seres queridos que igualmente sentimos que nuestro padre no ha muerto, ya que ahora morará en el lugar más profundo y querido de nuestros corazones. Descansa en paz, amado padre.
