18/04/2024
04:47 PM

¿Por qué el Trans 450 es un fiasco?

¿Por qué el Trans 450 es un fiasco?

Son muchísimas las razones que se pueden argumentar para vaticinar que el afamado Trans 450 será uno de los más grandes fraudes públicos de los últimos tiempos, más escandaloso, diría, que el célebre estadio de fútbol de la Paz o que el desastroso complejo habitacional Ciudad Mateo…

Comencemos por lo más básico: normalmente y debido a la lentitud mental de los gobernantes, especialmente de los alcaldes citadinos, se implementan ideas de otros países y de otras ciudades cuando dichas ideas ya son cuestionables. Es verdad que existió en ciudades como Guatemala, Monterrey, Bogotá y Medellín el boom de los BTR (buses de tránsito rápido) pero en dichas ciudades el fenómeno de modernización vial coincidió con un avivamiento ciudadano en el cual los habitantes fueron oídos, los ciudadanos fueron tomados en consideración y los pobladores fueron parte de las soluciones urbanas integrales: Jaime Lerner le llama a esto “acupuntura urbana”. Cuando los demagogos capitalinos intentan defender el desastre monumental del Trans 450 en Tegucigalpa alegando que “la obra va viento en popa” y que es comprensible la falta de respaldo por parte de los ciudadanos, mienten y engañan. En Bogotá, por ejemplo, las obras de reconstrucción fueron no únicamente un fenómeno arquitectónico sino también –y esto es lo más admirable– un suceso político comunitario. Los líderes municipales de ciudades que después se volvieron célebres por sus reformas urbanas como Curitiba, Bogotá y Medellín no hicieron las cosas al revés.

Es decir, no comenzaron a incomodar a la ciudadanía con bruscos rompimientos de las carpetas asfálticas ni con alocadas disposiciones viales que han significado pérdidas millonarias, mismas que en Tegucigalpa pueden ser rápidamente cuantificadas por la depresión comercial. Vale agregar los fastidios de la construcción y el embotellamiento del flujo vial que le dan respiro económico a la ciudad. En estos precisos momentos ningún tipo de acarreo o sistema de fleteo es rentable en la ciudad capital. Y todas las proyecciones nos dicen que tampoco lo serán en el futuro. El Trans 450 es un error monumental por donde quiera que se le mire. Resulta indecente cualquier tipo de justificación de este desastre urbano. Por ejemplo, si los desarrolladores justifican la continuidad de este esperpento alegando “que la ciudad se verá bonita” hace falta dejar claro que a los capitalinos que trabajamos en la ciudad y que no vivimos de los maquillajes para tontos, nos importa un bledo el lindo scalextric de Ricardo Álvarez. Si se quieren escudar en que la obra está inspirada en los pobres, pues quiero decirles que el bodrio monumental del Trans 450 es detestable para ricos y para pobres en igual medida. Resulta que el trensito simplón del Trans 450 únicamente afecta y da cobertura a un diminuto sector de la ciudad que está integrado por colonias de clase media que jamás se van a subir a un bus, por muy bonito que sea.

En estos momentos los colonos de Miraflores, Loma Linda, Las Colinas, El Hogar, Tres Caminos, Luis Landa, atormentados por este insultante desastre, quisieran fusilar a los inventores de esta calaverada.

Los BTR fueron, hace ya mil años, un asombroso fenómeno en Curitiba y Monterrey porque son ciudades instaladas en altiplanos cuyas trochas y avenidas tradicionales fueron trazadas desde su fundación. Pero son a la vez completamente inconvenientes para ciudades, quebradas y empinadas como la capital de Honduras. Desde luego que Tegucigalpa necesita respuestas urgentes para su despegue como capital del estado. Pero no se trata de colocar un trensito pijinero que vaya sonando la campanilla para deleite de los párvulos que se chupan el dedo. Se trata de mega proyectos viriles, de trazos futuristas que le permitan a la ciudad volverse funcional, atractiva, práctica, próspera y ante todo, habitable. Se trata de labores de cantera y hormigón donde el peso específico de la ciudad sea el resultado de los sudores, los sacrificios y las ideas de sus habitantes. Se trata en fin de construir con la gente y para la gente, no de comprometer la ciudad con deudas monstruosas para edificar los caprichos y las alucinaciones de unas mentes oprobiosas.