23/04/2024
02:36 AM

Reimaginemos un sistema de la ONU más resiliente con la inclusión de Taiwán

Después de más de 200 millones de infecciones y más de cuatro millones de muertes, la pandemia de la covid-19 se ha extendido por todo el mundo. Ello ha tenido un impacto socioeconómico devastador del que prácticamente ningún país se ha salvado. La pandemia ha interrumpido el comercio mundial, ha exacerbado la pobreza, obstaculizado la educación y comprometido la igualdad de sexo. Cuando muchos países se preparan para otro pico del virus, el mundo espera que la Organización de Naciones Unidas (ONU) intensifique los esfuerzos y garantice una recuperación y una reconstrucción sostenible. Esta es una tarea ardua que requiere de todas las manos disponibles. Es hora que este organismo dé la bienvenida a Taiwán, un socio valioso y digno que está listo para ayudar.

En los últimos meses, Taiwán, como muchos otros países, ha estado lidiando contra un aumento de casos de la covid-19, después de casi un año de éxito en la contención del virus. Aún así, ha logrado controlar la situación y ha emergido aún más dispuesto a trabajar con sus aliados y socios. La respuesta eficaz de Taiwán a la pandemia, la capacidad para satisfacer la demanda de la cadena de suministro y su asistencia hacia los países socios hablan de que no faltan razones de peso para que Taiwán desempeñe un papel constructivo en el sistema de la ONU. Sin embargo, bajo la presión de la República Popular de China (RPC), la ONU y sus agencias especializadas continúan rechazando a Taiwán, citando la Resolución 2758 (XXVI) de la Asamblea General de la ONU de 1971, como base legal para esta exclusión. Pero el lenguaje de esta resolución es muy claro: simplemente aborda el tema de la representación de China en la ONU; no hay mención de la reclamación china de soberanía sobre Taiwán, ni se autoriza a que represente a Taiwán en el sistema de la ONU.

El hecho es que la República Popular de China nunca ha gobernado Taiwán. El pueblo taiwanés solo puede estar representado en el escenario internacional por su gobierno elegido popularmente. Al equiparar falsamente el lenguaje de la resolución con el “principio de una sola China” de Pekín, la República Popular de China está imponiendo arbitrariamente sus puntos de vista políticos a la ONU. El absurdo no termina ahí. Esta exclusión también obstruye la participación de la sociedad civil de Taiwán. A los titulares de pasaportes taiwaneses se les niega el acceso a las instalaciones de la ONU, y los periodistas no pueden obtener acreditación para cubrir eventos. Esta prohibición contraviene los principios fundacionales de promover el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales. Durante seis décadas, Taiwán ha dado asistencia a países socios de todo el mundo.

Desde la adopción de la agenda 2030 de la ONU, Taiwán se ha centrado en ayudar a sus socios a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y, a participar en la respuesta antipandémica y en la recuperación pospandémica. Mientras tanto, internamente, Taiwán ha cumplido sus ODS en materia de igualdad de sexo, agua potable y saneamiento, y buena salud y bienestar, entre otros. El Informe Mundial sobre la Felicidad 2021 clasificó a Taiwán como el país más feliz del este de Asia, y el número 24 de todo el mundo.

Esta clasificación indica cómo se siente la gente de un país en cuanto al apoyo social que recibe. Taiwán está dispuesto a transmitir su experiencia y trabajar con socios globales para construir un futuro mejor y más resiliente para todos. En su juramento al cargo en junio de este año, el secretario general de la ONU, António Guterres, destacó que la pandemia de la covid-19 ha revelado nuestra vulnerabilidad e interconexión compartidas. Y dijo que la ONU, así como los Estados y las personas a las que sirve, solo pueden beneficiarse de sentar a otros en la mesa.

Mientras tratamos de recuperarnos mejor juntos, negar a los socios que tienen la capacidad de contribuir es una pérdida moral y material para el mundo. Taiwán es una fuerza para el bien. Ahora es el momento de sentar a Taiwán a la mesa y dejar que Taiwán ayude.